No quisieron decirnos con claridad lo esencial: para frenar el virus, además de higiene y guardar distancias con las demás personas, teníamos que ponernos inmediatamente mascarillas, como en China. Tampoco quisieron decirnos que para combatir la pandemia se tenían que hacer inmediatamente tests. Como no tenían ni lo uno ni lo otro, hablaban y hablaban sobre si eran convenientes o aconsejables, nunca que eran urgentes e imprescindibles, ya que no había existencias en las farmacias.

Estuvieron varias semanas dejando que, mientras nos infectábamos, discutiésemos apasionadamente entre nosotros: ¿eran necesarias/urgentes/imprescindibles las mascarillas para todos?, ¿tenían que someterse a los tests todos los sospechosos de infección y quienes los atendían? La verdad ya está clara ahora, pero solo desde que ha llegado ese material: hay que usarlo corriendo, sin demora. ¡Cuánta cobardía detrás de la verborrea!

Habríamos entendido la explicación de que ningún país puede disponer siempre de todo lo necesario para una pandemia. Pero tampoco se atrevían a decir cuándo llegaría el material porque eso habría retratado su negligencia y lentitud al poner en marcha el abastecimiento. China tuvo los primeros casos en diciembre, la extensión era obvia en febrero, pero ni las comunidades autónomas --la sanidad pública es competencia de ellas-- ni la Administración central como subsidiaria supieron ser eficientes.

*Periodista