La profesión del docente no es tan fácil como muchos creen, se lo digo yo de primera mano, porque aparte de vocación y destreza, se requiere de la sensibilidad, la comprensión, la tolerancia, la paciencia y la flexibilidad precisa para poder atender a las necesidades de aprendizaje en un entorno cambiante o adverso como se ha dado con esta pandemia.

Muchos docentes han podido sentirse desbordados, cuando de un día para otro, sin ninguna ayuda, han tenido que dar un salto gigantesco para pasar de la enseñanza presencial a la enseñanza a distancia. Algo, a priori, que en los tiempos que corren de digitalización y nuevas tecnologías debería estar normalizado, pero la falta de recursos tecnológicos y espacios virtuales adecuados, así como la brecha digital, se ha convertido en un dolor de cabeza para la mayoría de profesionales. Sin embargo, como me gusta decir, cada día en la enseñanza es un reto y este lo hemos superado con nota gracias al esfuerzo propio y también de nuestros alumnos y sus padres.

Mientras escribo estas líneas, muchos de vosotros estaréis impartiendo clases desde vuestros salones o habitaciones improvisadas como aulas, haciendo claustros on line, reinventando el material y vigilando a la vez que vuestros hijos cumplan con sus tareas educativas. Todo ello, sin perder las ganas ni la motivación porque vuestra vocación os lo impide. Y es que no hay tiempo que perder cuando se trata de ayudar a construir el mañana y engrasar la maquinaria de la educación. Cuando se trata de enseñar a vivir en libertad y con pensamiento crítico. Para ellos, mis compañeros, para los niños y sus padres, mi aplauso y agradecimiento.

*Diputada autonómica y portavoz provincial de Ciudadanos