Tiempo después del 20D, como ciudadano, me mojé y dije en las redes sociales que la única solución viable era la de un gobierno del PP en minoría. A pesar de lo que dije y habiendo vivido lo que ha ocurrido, tengo que confesar que no creía yo que el entonces presidente del Gobierno en funciones fuera tan empecinado. Tampoco creía que lo fuera el ya ex secretario general del PSOE. Pero lo cierto es que por unos o por otros hemos visto que se ha perdido casi un año, tiempo que no volverá, poniéndonos los ciudadanos nerviosos y produciéndose un daño a nuestro apoyo a la actividad política.

Si no había otra solución que aceptar que uno u otro cediera, para cualquier acuerdo, ¿dónde está el patriotismo de los que se les llena la boca cuando lo pronuncian? ¿Dónde está el poner por encima de todo el bien de los ciudadanos de los otros? ¿Dónde está la humildad, el deseo de trabajar en el gobierno o en la oposición para mejorar la patria?

Los ciudadanos estamos muy dolidos. El curar estas heridas morales va a dilatarse en el tiempo. La res publica ha sufrido.

Sólo si, como consecuencia de ese gobierno en minoría, todos, el PP (cuyo presidente no quiso apartarse a un lado), el PSOE (cuyo Secretario General ha tenido que ser apartado), los aprendices de políticos (que no se conforman con que las cosas se queden como están) y los partidos más cercanos, se ponen a trabajar y colaborar, tomando decisiones sobre asuntos que previamente han sido estudiados por expertos (no por aprendices no competentes [que es lo que son la mayoría de los diputados]), debatidos en profundidad y consensuados, podremos perdonar tamaña vergüenza que hemos tenido que pasar.

Si son nuestros servidores, ¿por qué no han servido al país? Se han servido a sí mismos en beneficio de los partidos que representan, o a sus propias personas.

¿Por qué todos han actuado ex catedra arrogándose infalibilidad? Por egoísmo. Porque pensaban que para sus intereses partidistas o personales les iba mejor.

El privilegio de gobernar un país se debe dejar para los mejores, y porque uno tenga las iniciales MRB, no asegura que lo haga ni Muy, ni Requetebién, ni Bien.

Y los mejores no son los que la ven venir y esperan a que escampe, o a que se «pudra», o a que se cure por sí sola la herida. Los mejores tampoco son los que no quieren pactar con los que más votos han obtenido. Ni tampoco son los mejores los que «cuanto peor mejor «, porque así habrá excusa para la revolución de la nueva política y vendrá el cambio; habrá excusa para incitar a salir a la calle a hacer democracia, tratando de hacer ver un poder que las urnas no les confirieron.

Después de la investidura debemos estar atentos a cómo se desarrollan las cosas, pues la oposición, tiene el deber de hacerla de modo responsable y razonable.

La solución a los problemas de España no tiene 17, ni 50 o 52 alternativas, sino pocas. Vivimos en la UE con normas que cumplir en un mundo de libre mercado, con acento social, y para gobernarlo debemos preocuparnos por la economía del bien común. Evitando los grandes errores que todos conocemos y que llevan a una desigual distribución de la riqueza y que se resuelven con una acertada política fiscal que la redistribuye, la cual se tiene que desarrollar a nivel de la UE para que sea efectiva, al resto de cosas, estoy seguro que todos darán una solución semejante.

Así que lo que hace falta es que no se enzarcen en discusiones peregrinas y se pongan a trabajar como si estuviéramos en una emergencia, colaborando todos. El tiempo perdido se tiene que recuperar. Se tiene que estimular el crecimiento mediante el consumo poniendo a disposición la financiación adecuada y suficiente.

Hace falta tener confianza en el futuro. Si la hay también hay actividad, hay puestos de trabajo; si hay trabajo la recaudación fiscal crece. Aunque el gasto público siempre tiene que ser eficiente. Los que lo deciden no pueden ser derrochadores manirrotos como lo han sido unos y otros.

Todos debemos ponernos las pilas, confiar en un cambio de actitud, en que tanto los sinvergüenzas, como los estafermos, así como los egoístas que piensan en su propio partido y sillón, los que mienten, los populistas, y todo el pueblo, nos vamos a poner a trabajar confiando en el futuro.

Estamos preparados, somos trabajadores y hemos aprendido la lección. No vamos a consentir que la clase política eche a perder nuestro futuro. Nosotros pondremos todo nuestro corazón en ello, pero si fuera necesario, para eso está una moción de censura, los votos o los tribunales.

*Doctor en Derecho