El Consell que preside Ximo Puig ha fracasado en política educativa y se ha demostrado que sus prioridades, en una materia tan sensible e importante, no son otras que favorecer a sus colectivos afines y hacer un ejercicio de ingeniería social para trasladar el mensaje del sectario nacionalismo valenciano a las escuelas de la Comunitat.

Una prueba evidente del fracaso del president lo tenemos con las infraestructuras educativas, ya que después de dos años y con un retraso de los compromisos anunciados de más del 80%, Marzà y Puig han tenido que admitir su incapacidad para la gestión y trasladar la responsabilidad de la construcción de colegios a los ayuntamientos. La construcción de centros educativos no es un problema económico porque el Consell tiene dinero para educación, puesto que este departamento recibe 400 millones de euros más del Gobierno de España, pero lo que no tienen ni Puig ni Marzà es capacidad resolutiva ni ganas de trabajar en ese sentido.

Respecto a la política lingüística, el desastre del president es más que evidente. Estábamos ante la crónica de una muerte anunciada, porque cuando se pretende aplicar una norma a través de un chantaje a los ciudadanos, la propia sociedad es la que hace valer sus derechos; y eso es precisamente lo que ha pasado en la Comunitat, dos veces, en menos de dos años.

LAS ILEGALIDADES continuadas en materia lingüística y el ataque a la libertad de las familias, han hecho que el Consell se baje del burro, reconozca su chapuza y tengan que derogar su decreto de chantaje lingüístico. Pero el tema no acaba ahí: el segundo intento del Gobierno del Botànic para imponer el valenciano, el decreto ley, fue un nuevo fiasco que solo sirvió para confundir a los centros y que dejó en evidencia las verdaderas intenciones del gobierno de Puig y Oltra, puesto que estábamos ante un decreto plurilingüe que permitía que no se diera ni una sola hora de inglés, algo muy innovador... ¡Manda narices! Por no hablar de que es un decreto que está a las puertas de declararse inconstitucional.

Y seguimos con el culebrón lingüístico: el Consell nuevamente reconoce su incapacidad con un tercer intento de imposición lingüística, pero esta vez delegando sus funciones y pasando la pelota a Les Corts Valencianes, una propuesta de ley que sigue siendo igual de sectaria que las dos normas anteriores y a la que le auguro y vaticino el mismo futuro.

LA EDUCACIÓN en la Comunitat se ha convertido en un pitorreo, por el ataque continuado a la legalidad y por intentar normalizar situaciones que no lo son como la presencia de mapas dels països catalans, banderas catalanas o la manipulación de la historia. El presidente Puig consiente que las escuelas se conviertan en centros de adoctrinamiento nacionalista, lo que está generando gran malestar en la comunidad educativa al ver que los máximos responsables de la Generalitat, lejos de cortar esta situación, la fomentan y se hacen cómplices. Esta es la política de los nuevos tiempos: un fracaso.

*Diputada autonómica del PP