Querido lector:

La economía castellonense aborda en las próximas semanas una particular cuesta de principio de año. No es la cuesta de enero tradicional que nos agobia a familias y empresas tras los dispendios navideños ni la que atrae nuestras ansias de comprar barato en las campañas sucesivas de rebajas. Se trata de una cuesta de planificación económica que nos permitirá evaluar y preparar la marcha del ejercicio del año en dos sectores claves para Castellón: el turismo y el azulejo. Una cuesta de la que nuestros gestores públicos no están tan atentos como deberían, más preocupados de la formalidad y el postureo que de la importancia que tiene para el empleo y para el bienestar de la sociedad castellonense.

Me refiero a dos citas anuales feriales de extraordinaria importancia como son Fitur, una de las ferias mundiales más importantes de turismo, y Cevisama, la feria de la cerámica, también cita mundial que tiene lugar en Valencia a principios de febrero, que a todas luces tiene un protagonismo castellonense y que por mucho que digan los valencianos de la corte, es la feria que salva la pésima gestión del recinto de Valencia, Feria Valencia. Una gestión que en un futuro inmediato debería dar, sí o sí, más intervención al empresariado de Castellón.

La primera afecta al sector que más potencial de crecimiento tiene en nuestra economía y es básica para contratar las campañas, sobre todo estivales. Además se celebra aquí, en España, principal origen de nuestro turismo y principal fuente de ingresos para los hoteleros, restauración, empresas y operadores turísticos de la provincia. La coordinación entre la Agencia Valenciana de Turismo y el Patronato Provincial del ramo, dependiente de la Diputación, deber ser exquisita, independientemente del color político de cada administración.

Y la segunda es el termómetro para nuestro sector industrial más potente, con problemas laborales y de competitividad en el exterior, pero de los que parecen pasar nuestros políticos, ajenos a los problemas que de verdad importan.