El domingo 21 de mayo tuvo lugar el suicidio colectivo del que ha sido el principal partido de la Transición --el que más ha gobernado en estos cuarenta años-- y sin duda el que más impronta social ha dejado en la arquitectura política española.

El PSOE, quien junto al PP ha sido una de las claves de bóveda del sistema político español, ha sufrido en sus propias carnes la enfermedad, que recorriendo toda Europa ha acabado con los socialdemócratas de todas las naciones: el populismo.

Como decía un viejo militante socialista: «Esto no va solo de ganar o perder; va también de señas ideológicas, de estructuras representativas y de modelo político. Va de socialdemocracia o populismo». Pues en esas estamos y en esas llegó Pedro Sánchez.

El descontrol y la falta de rumbo del PSOE son absolutos. La pregunta del millón es: ¿Alguien sabe qué proyecto tiene Sánchez para España? ¿Cuál es su modelo fiscal, económico, territorial, educativo o sanitario? ¿Alguien conoce alguna idea más allá de las consignas panfletarias o los tuits irreflexivos?

La respuesta es no. Y sin saber donde van, es difícil ir a ningún sitio.

Cuando Sánchez propuso derogar la reforma exprés del artículo 135 que había impulsado Zapatero, puso en venta la ética de la responsabilidad socialdemócrata a cambio de la ética de la convicción populista. Fue el primero de los sucesivos acercamientos a Podemos que finalmente le descabalgaron de la secretaria general. Las traiciones en política se pagan, y además se pagan carísimas.

Pero nadie en el PSOE fue capaz de explicar a sus militantes lo que hicieron y por qué aquel sábado de octubre. Faltó coraje y liderazgo interno para explicar la defenestración de Sánchez tras los dos peores resultados electorales de su historia y para explicar, de paso, la abstención en la investidura de Rajoy.

Y ese silencio acomplejado le ha permitido a Sánchez construir un personaje y un relato de los cuales carecía, pasando de traidor a víctima en apenas siete meses.

La socialdemocracia, contrariamente a lo que muchos piensan, no surgió como una desviación del comunismo, sino porque hubo socialistas que aprendieron a analizar el mercado.

La socialdemocracia nació precisamente para combatir el marxismo-leninismo que se esconde en las tesis podemitas. El keynesianismo hegemónico en el mundo occidental hasta la llegada del giro liberal de Reagan y Thatcher; y la respuesta en forma de Tercera Vía de Blair y Schroeder, fueron siempre las soluciones de la izquierda sintetizando bienestar y mercado, hasta que la falta de soluciones ante una crisis de deuda han vuelto a poner al timón a gobiernos de centro-derecha.

Como decía Fukuyama, no hay futuro fuera de la democracia socioliberal. O eso, o el aventurerismo populista de Sánchez y que el PSOE aprenda a convivir con la decepción de seguir cosechando derrotas hasta la inanidad más absoluta.

*Vicepresidente de la Diputación