No es fácil dilucidar qué pasa en el espacio político que durante años estuvo ocupado por Convergència. El abuso de eufemismos ha engendrado una neohabla procesista que no es fácil de entender y mucho menos de explicar. La conclusión provisional tras la elaboración de las listas para las elecciones del 28-A es que el actual PDECat sigue amedrentado ante los designios de Carles Puigdemont, que ha impuesto una auténtica purga en unas listas que se aprueban con unas expectativas muy bajas en las encuestas. El expresidente de la Generalitat de Cataluña sigue con su empecinamiento vengativo y aprovecha el secuestro emocional de la prisión y del exilio para erradicar a quienes considera infieles o desafectos.

Esta estrategia puede acabar convirtiendo al PDECat en algo insignificante políticamente al dar todo el protagonismo y ceder todo el discurso a ese grupo de incondicionales de Puigdemont que se hace llamar la Crida. El miedo de los alcaldes del PDECat a tener que enfrentarse en las municipales a los candidatos elegidos a dedo por Puigdemont ha acabado por aniquilar al partido. Así las cosas, sale a subasta un espacio político en las elecciones de abril que puede marcar el próximo ciclo de la política española y catalana.

Es evidente que ahora el PSC se puede presentar aún más como el genuino representante del catalanismo que tenía entre sus postulados la transformación de España. Mientras, en el independentismo, Esquerra aspira a ser hegemónica entre los que abogan por acabar con el unilateralismo sin renunciar al objetivo final.