Querido/a lector/a, si digo que el mundo no se ha parado y sigue ahí fuera dando vueltas y creando historias, imagino que pensarás que soy un falso profeta por señalar lo obvio. Es posible. Pero sigo diciendo que el mundo está ahí y sigue dando vida a enredos de toda índole.

Así, por ejemplo, miro los medios y me entero de que en diferentes lugares del mundo se está celebrando el 250 aniversario del nacimiento de Beethoven y el 100 aniversario de Ray Bradbury , en EEUU Biden se compromete a sacar al imperio de la oscuridad de Trump , en Rusia los opositores a Putin suelen aparecer envenenados, en Cataluña Puigdemont publica un libro en el que resume su experiencia en la Generalitat y, al tiempo, averiguo, pero no me extraña, que los ricos de este mundo elevan su fortuna y su poder mientras se reduce la riqueza global...

Noticias todas ellas de actualidad y que nos afectan pero que, a estas y otras y desde hace tiempo, las hemos apartado de nuestros pensamientos y conversaciones para centrarnos, casi exclusivamente, en hablar del coronavirus y, un poco, de Juan Carlos . Circunstancia que entiendo en la medida que el covid-19 no es una cosa más por afectar directamente a la vida y a la muerte. Pero lo peor, y por eso escribo este corto, es porque a pesar de ser un país de tema único, con una pérdida de más de 44.000 vidas y con una desescalada gradual que ha dado tiempo a las comunidades autónomas (que tienen transferida la sanidad y han recuperado las competencias) a prepararse, todo indica que de momento, no lo estamos consiguiendo por la irresponsabilidad de la ciudadanía, sin duda, pero también y sobre todo, porque quienes debían no han hecho los deberes y no han solucionado el tema de la falta de material, ni han cuidado el imprescindible rastreo, detección y aislamiento de los contagiados. Triste, pero parece que cierto. H

*Analista político