Pocos días y noches como la de la verbena de Sant Joan provocan un movimiento ciudadano de similares dimensiones. La noche que coincide con el solsticio de verano ha sido tradicionalmente una jornada de gran actividad festiva, que se manifiesta con la presencia masiva de jóvenes en las playas de toda España, y también en la provincia de Castellón. Las de la capital de la Plana y Benicàssim son normalmente las que congregan a más gente y las que registran los mayores dispositivos de seguridad y de los servicios de limpieza de primera hora de la mañana, indispensables para que la normalidad se recupere cuanto antes en el litoral provincial.

La tradición de tirar petardos se mantiene a pesar del descenso en el consumo que se registró en los años en que la crisis quemaba más. Ayer, las redes sociales también se convirtieron en un foro de debate sobre este hábito con voces de detractores que nos recuerdan, por ejemplo, cómo sufren las mascotas con el estruendo de un petardo. Ante la cuestión, solo cabe apelar a una conducta marcada por el civismo y la sensatez imprescindible que conlleva saber que se está jugando de forma masiva con fuego y con ruido.

La verbena del 2017 sí pasará a la historia por las temperaturas, muy previsibles en función de los días previos. Se la puede etiquetar, por lo tanto, como la verbena del siglo porque fue la más calurosa de los últimos 100 años. No en vano, las temperaturas no bajaron de los 25 grados en los termómetros.