Dejábamos la cuestión el pasado miércoles centrada en la necesidad votar. Ha costado mucho a mucha gente adquirir el derecho a elegir a quien le gobierne para que ahora cejemos en nuestro inalienable derecho a hacerlo por que nos llamen a votar más veces o en más ocasiones. Además, decíamos, siempre es mejor decidir por ti mismo y no que otros decidan por ti. Las llamadas a la abstención siempre tienen truco. Pero hoy quisiera centrarme en el qué votar y, con el mayor respeto a su libre decisión, proponerle el voto por la socialdemocracia que en nuestro país encarna el PSOE. Ya sé que el voto tiene mucho de emocional, pero como profesor de filosofía, quisiera llamar a la razón y proponer razones que ayuden a su decisión.

Me explico: los socialdemócratas europeos, sobre todo a partir de 1945, han hecho la mayor de las revoluciones que han visto los siglos. Ha sido una revolución, como ahora se estila, una revolución sin. Sin épica, sin alharacas, sin masas vociferantes, sin grandes profetas, sin grandes timoneles --vaya una revolución, pensaran algunos--, pero una revolución sin sangre, sin muertes, sin violencia, sin represión, sin fascismos, ni totalitarismos, sin Auschwitz ni Gulag, una revolución tranquila, pero efectiva. Una revolución que ha cambiado el mundo y España. Todos somos sus beneficiarios cuando vamos al médico, llevamos nuestros hijos e hijas a la escuela, tomamos el tren, viajamos por carreteras y autopistas, recibimos una prestación social. Ahí, en esas pequeñas cosas, están las políticas socialdemócratas.

Nadie, como los partidos socialdemócratas, ha sabido equilibrar mejor los dos grandes principios de organización política: la libertad con la igualdad, la iniciativa privada con la justicia social, el mercado con el Estado. Esas políticas nos han dado educación y sanidad, pensiones y vías de comunicación, protección ante el desempleo e igualdad de género, la ley contra la dependencia y libertad sexual. Y subidas del salario mínimo, etc, etc, etc.

Pandora, en la mitología griega, abrió la caja de los grandes males que infestan a la humanidad: enfermedad, miseria, pobreza, ignorancia, decrepitud, soledad, invalidez. No les hemos ganado la partida, no les hemos desterrado definitivamente. Pero desde la política, desde la organización racional de la vida en común, se puede hacer mucho para hacerles frente, para presentarles batalla; y la socialdemocracia lo ha hecho. En las sociedades democráticas no ha sido la única, es verdad, pero ha sido la gran abanderada, tanto que, lo digan explícitamente o no, otras opciones políticas siguen nuestra estela. Mejor que las copias es apostar siempre por el original.

Pedro Sánchez, en nuestro país, es el gran adalid de esas actuaciones y en una situación política general muy compleja y difícil lo ha demostrado con políticas sociales, de igualdad, contra la violencia de género y de protección del medio ambiente. Y ante el grave problema de cohesión territorial que supone el desafío independentista catalán, ha propuesto la única salida racional y democrática posible: ley y diálogo. Y por ese orden.

Además, y conviene no olvidarlo, desde la más absoluta coherencia política ha roto el relato machacón y repetitivo de la derecha política y sus voceros mediáticos. Según ese relato, el presidente estaba dispuesto a pactar con todo el mundo para conservar y mantener el poder. Pactaría con filo-etarras, separatistas, independentistas, anticonstitucionalistas y con quien hiciera falta para mantenerse en el sillón presidencial, para seguir en la Moncloa. Ahí están los hechos. La convocatoria de nuevas elecciones generales es la negación absoluta y total de ese discurso. Coherencia y socialdemocracia no son malas compañías para orientar su voto. A su consideración lo dejo.

*Catedrático de filosofía