Las redes sociales se han convertido en las nuevas plazas públicas donde parece estar permitido vilipendiar, encarnizarse y burlarse de cualquiera. En muchas ocasiones no pasa de exhibir cierto sentido del humor pero en otras la educación se deja a un lado y se convierte en un auténtico linchamiento donde lo de menos ya es el motivo inicial.

Ha ocurrido con famosos que han realizado comentarios o acciones desafortunadas dentro y fuera de las redes, pero también con personas de ideas distintas a las de los opinadores oficiales (fútbol, toros, política), o en las polémicas de siempre con trasfondo de nacionalismo, machismo, racismo y homofobia. Ya tiene hasta nombre: linchamiento digital, y va más allá del troll (gamberro) o hater (odiador) y congrega multitudes que se animan entre ellas. Pero las redes están diciendo basta y van poniendo filtros que algunos creen que deberían ser más severos.

El asunto ha llegado tan lejos que la revista Time, que en 2006 hizo personaje del año a los internautas, una década después -el pasado agosto- dedicó la portada a preguntarse si estamos perdiendo internet por la cultura del odio con el ejemplo de los insultos a una de sus periodistas.

Este pasado verano, sin ir más lejos, no han faltado los casos también en España. La muerte del torero Víctor Barrio en la plaza, la novia de El Rubius, la periodista Ana Pastor, la activista transexual Mar Cambrollé o el alcalde de Terrassa, Jordi Ballart, han recibido auténticos baños de insultos de todo tipo de los que alguno ha acabado en fiscalía.

TEMÁTICAS DEL ODIO // Los motivos de tanto odio se concentran en temáticas fijas: política, fútbol, famoseo, escritores, toros, sexo o errores. Y denotan racismo, homofobia, machismo e intolerancia general. En ocasiones, las burlas derivan hacia insultos, amenazas e intimidaciones tan fuertes que llegan a ser denunciadas ante la policía. Y ya ha habido las primeras sentencias por ellas. Desde las multas por insultos de la periodista Almudena Ariza contra un bloguero a la condena a dos años de prisión para una fotógrafa valenciana por chistes y comentarios sangrantes sobre víctimas de ETA como Irene Villa o Miguel Ángel Blanco.

Pero ha sido un caso en Estados Unidos, el de la actriz afroamericana Leslie Jones, que recibió insultos racistas por su papel en la nueva versión de Los cazafantasmas, el que ha hecho que Twitter, una de las redes sociales donde más se produce este linchamiento, asuma el compromiso de tomar medidas de una vez.

Por el momento, el efecto del golpe de mano de Jack Dorsey, el cofundador y actual director general de Twitter, ha sido un anuncio que aún ha de concretarse pero que se basa en el llamado filtro de calidad, una herramienta lanzada el año pasado que bloquea palabras ofensivas que pueden llegar a ser trending topic (sobre todo insultos racistas) y evita los duplicados y el tráfico que considera que es automatizado. La red puede dar de baja un perfil y no volverlo a admitir incluso de por vida, pero como Twitter permite el anonimato, muchos community managers se quejan de que se vuelven a dar de alta con otro nombre, aunque hayan perdido sus seguidores en el trasvase. Precisamente la opción del anonimato, unida al hecho de que todo el contenido es público y a que permite llegar a grandes audiencias, ha hecho del reino de Twitter el territorio favorito de haters y trolls.

Además, esta red social de los 140 caracteres esgrime que ahora es mucho más fácil denunciar que hace algunos años atrás. H