Cuentan los guardias civiles que han intervenido en esta operación que estas personas, al salir de las carrocerías en las que iban empotrados, mostraban una clara desorientación, tenían sed, les dolían las articulaciones y presentaban inquietantes síntomas de asfixia. Fueron cuatro ayer, entre las primeras luces de la mañana y el mediodía. Tres hombres y una mujer, apenas salidos de la niñez. En el espacio de unas pocas horas, la Guardia Civil de Melilla detectó y sacó de los salpicaderos y capós de coches Mercedes, Chevrolet y Renault, y también de un camión, a estos jóvenes de origen subsahariano que trataban de pasar a la Península de la forma que, con triste elocuencia, muestra las imágenes.

Tres de ellas viajaban ocultas en dobles fondos, en cuya construcción se han especializado las mafias de Marruecos. Son espacios monstruosamente estrechos, en los que no cabe cualquiera, y en los que el viajero ha de adaptarse a las curvas y aristas de la chapa y el motor, soportando el calor y respirando como pueda.

Jugarse la vida en el viaje

En el paso fronterizo de Beni Enzar, escenario de numerosos dramas de la inmigración, fueron rescatados dos jóvenes de 20 y 21 años y una muchacha de 15. Dos de los coches interceptados ocultaban su carga humana un poco más allá del salpicadero. En un tercero, la inmigrante iba retorcida bajo los asientos traseros, tuneados a modo de cofre, que, por la falta de aire, podía haberse convertido en un ataúd.

Los tres conductores han quedado detenidos. El cuarto caso ha sido en el puerto de Melilla. Fue el que abrió la jornada. Los guardias inspeccionaban un cargamento de arena y piedras procedente de Marruecos que iba a embarcar, y vieron algo raro en la parte de atrás de un camión: un joven de 20 años que viajaba entre los resortes del volquete que transportaba la carga.