Este 2003 dejaré atrás mis 75 años al mismo tiempo que muchos contemporáneos míos llegarán a cumplirlos. La inmensa mayoría son ciudadanos anónimos, y algunos se han hecho famosos. Ahora hace 75 años, por ejemplo, nacieron el director de cine Stanley Kubrick, la actriz Sara Montiel, el escritor Gabriel García Márquez, el pintor Andy Warhol y el poeta José Agustín Goytisolo. El lingüista Francesc de Borja Moll cumpliría 100. Hay quien se quedó a medio camino, como el Che Guevara.

Me pregunto: ¿tienen algo en común Sara Montiel y García Márquez, algún ingrediente que les llevara a la fama? Las carreras profesionales del lingüista Moll, coautor del monumental Diccionari catal -valenci -balear, y de Stanley Kubrick, director de 2001: una odisea en el espacio, dos trayectorias tan diferentes, ¿se explican por algún tipo de predisposición al éxito? Tanto los triunfadores más populares como los triunfadores minoritarios, ¿comparten un gen que los hace sobresalir?

Naturalmente, no tengo ninguna respuesta, pero creo que el éxito no es sólo una cuestión de esfuerzo y de decisión, aunque la voluntad y el trabajo sean tan importantes. Debe de haber algo más, creo: cierta fatalidad, lo que antes se llamaba trascendentalmente, "el destino". Yo no creo que el futuro de una persona "esté escrito", como algunos creen, pero sí que dentro de cada uno existe un motor desconocido e imprevisible. Un carácter, una tendencia que inevitablemente se impone. Así nacen los grandes artistas, escritores, científicos.

A menudo no nos sucede lo que esperábamos ni lo que nos daba miedo. Y muchos hijos no llegan a ser lo que esperaban o temían sus padres. Muchas trayectorias vitales y profesionales no son imaginables ni programables. La biografía de los famosos --de los que ahora cumplen 75 años, y de la mayoría-- es significativa de aquella fatalidad. Por eso quien tiene éxito tiene un mérito relativo. Porque ya lleva incorporado el motor del éxito. Su parte de mérito es no desconectarse del motor que lo empuja.