Han matado a Jesús. Habrán sido los americanos. Los niños tienen su lógica, a veces excesivamente alimentada por las televisiones. Lo que no sabe el niño es si Jesús estaba en la línea del bien o en la del mal. Pero Dios, en un final hollywoodiense, lo ha arreglado todo, resucitando a Jesús. El castigo a los asesinos recorrerá toda la historia o así lo creyeron los que preguntaban: ¿pecó él o pecaron sus padres? Enfermedad, muerte y pecado han estado relacionadas durante muchos siglos. El Cristo ha resucitado. También será cosa de los americanos.

Pese a eso, Bush no está contento. Y Colin Powell, un bien moderado lleno de escrúpulos, empieza a preocuparse por los sirios. Y los sirios empiezan a preocuparse por Colin Powell. Y hacen bien. Detrás de todo están los intereses petrolíferos y los intereses políticos del señor Sharon, que es en último extremo el único poseedor en la zona de armas de destrucción masiva y el que ha movido los hilos de esta guerra y de las que vendrán si no espabilamos.

Bush sabe que él le vendió armas químicas a Sadam Hussein cuando eran amigos. Sadam empleó algunos litros de raticida para asesinar kurdos pero le sobró material y Bush se ha empeñado en encontrarlo, en Irak o donde le convenga. Vaticino que pronto se encontrará todo lo que Bush quiera: armas químicas y todo lo demás, porque la CIA está en ello. Lo que falte para contentar a Bush lo pondrán en el lugar adecuado y si conviene les pasarán parte a Siria para que se entretengan. Mientras tanto Cristo ha resucitado y los campos han florecido en su esplendor con la gloria de la naturaleza.