El secreto de Pere Ribera (La Vall, 1958) consiste en la naturalidad con la que asume su capacidad de trabajo, su entusiasmo y esa necesidad de libertad creativa que nace del tesón investigador. Así definía Mercedes Hernández, crítico de arte de Cuadernos, la intensidad plástica de este artista para el que el compromiso lo es todo: con su arte, con su ciudad natal y con el entorno que le ha visto nacer y madurar como artista. Ribera disfruta creando y eso se nota. Prolífico en obra, que no en exposiciones, el suyo es un trabajo de cada día, como el de una hormiguita que poco a poco va almacenando formas, colores, volúmenes y ese primitivo misterio de la creación que él desnuda y reinterpreta en cada una de sus reflexiones artísticas.

Ahora se encuentra trabajando. Como siempre. Acaba de finalizar el trabajo de construcción y alzado de una escultura de acero megalómana para el Carmadany de La Vall d´Uixó, con una altura de 10 metros, a la que ha puesto por título Inflexión vital. No es la primera escultura que hace, ni de estas dimensiones, ni en su ciudad, aunque su discurso narrativo discurre por los caminos de la plástica pictórica. Su ritmo creativo es intenso, y, robándole, como siempre, tiempo a la familia y a otros menesteres cotidianos, Ribera ya piensa en nuevas creaciones. Primero, dice, se debe completar la ubicación de esta inflexión en su vida artística.