La democracia se aprende ejerciéndola. Con dos semanas de diferencia, España y Francia han celebrado elecciones, generales aquí y regionales allí. En ambas, la derecha ha perdido, aunque su reacción ha sido bien distinta. Se explica perfectamente: la democracia francesa tiene más de dos siglos y aquí apenas ha cumplido 26 años.

La derecha francesa ha aceptado la derrota y no se ha rasgado las vestiduras. Por supuesto, a nadie se le ha ocurrido culpar a sus oponentes de maniobras de dudosa legalidad, igual que aquí algunos señalaron al PSOE como enmascarado en la supuesta trama que situaban tras las movilizaciones del 13-M. En Francia, una derrota no es una tragedia, porque llevan muchos años de alternancia y se sabe por experiencia histórica que los perdedores de hoy pueden ser los ganadores de mañana.

Faltaba que el PP pasara por ese trance para que el ciclo de la alternancia quedara completo. El PSOE ya lo vivió. En las filas de la derecha se debería tener en cuenta que saber perder también es muy honroso. La experiencia de estos días puede serle útil al PP, porque si ha de ser un partido de larga vida, le tocarán días de triunfo y de nuevas derrotas. Para ser un partido maduro, sería práctico ver la reacción de los perdedores del país vecino.

Se observaría, primero, que no hay un acto de desagravio en honor de ningún líder, como el del sábado en Madrid, para consolar al señor Aznar. Y se observaría algo muy curioso: en Francia, los derrotados practican la autocrítica y aquí no. Allí se reconoce lo que se ha hecho mal y aquí siguen las sesiones de autocomplacencia por lo bien que se ha trabajado, mientras se culpa a los demás.