Desde que comenzó la carrera electoral norteamericana, la Administración de Bush ha tocado una y otra vez a rebato, repitiendo las mismas advertencias sobre atentados inminentes. Hasta ahora se limitaba a citar "fuentes creíbles" de que Al Qaeda se disponía a atacar objetivos de EEUU a gran escala, para alterar la campaña de las presidenciales. Este domingo, Washington elevó el nivel de alerta y detalló cada una de las sedes oficiales y financieras presuntamente amenazadas.

Descubrir que los informes en los que la Casa Blanca fundamentó este alarde de alarmismo se remontan a tres o cuatro años atrás ha sido como confirmar la sospecha generalizada de que los hombres del presidente se dedican a atemorizar a la población para explotar la ventaja que le dan los sondeos en el capítulo de seguridad nacional. Ridge, el zar de ese departamento, alega que Al Qaeda ha cometido atentados mucho tiempo después de elaborar sus planes. Pero el momento escogido para angustiar a la gente y sobresaltar a los mercados internacionales es demasiado conveniente para las necesidades electoralistas de Bush. Y hay ejemplos recientes de que, si se descubren, esas maniobras del poder ayudan a perder las elecciones.