La geología suena a cosa muerta desde hace millones de años, pero es algo que está perfectamente vivo. Mi amiga geóloga ---colega universitaria-- me ha hecho ver que esos abanicos de curvas de nivel que avanzan desde la montaña a Castellón muestran la irrenunciable y telúrica vocación que tiene el Riu Sec por convertirse en afluente del Mijares, cosa que algún día logrará, creo que con absoluta seguridad. Las fuerzas de la naturaleza pueden con todo.

Mi amigo ingeniero --a quien me agrada escuchar-- me habla de las garantías que la técnica se toma para poner el más completo margen de seguridad frente a aquellas furias arrasadoras pero no vencidas. Me habla de los períodos de retorno que son plazos flexibles de posible tranquilidad para el hombre. Claro que el "retorno" puede aparecer la semana que viene. La ingeniería consiste en hacer posible lo que no parece natural, por ejemplo, cruzar un puente o atravesar una montaña con un túnel. Son unos riesgos que el hombre afronta para lograr mejores condiciones de vida. Para traer el agua del Mijares hasta el Molí la Font hubo que hacer todas aquellas obras que asombraron a Jaubert de Passá. Hay numerosos testimonios de que los castellonenses medievales fueron conscientes de las amenazas del Riu Sec y por eso llevaron a cabo frecuentes obras de defensa a lo largo de su curso. Hasta Don Paco Esteve tuvo que poner medios para salvar su finca de La Marrada en la Carretera de Alcora. Entre el conjunto de las obras sabemos que la más importante, La Sequiota, fue un claro intento de solucionar las avenidas hacia la Villa, desviándolas hacia el Riu Sec.