La llegada de inmigrantes extracomunitarios a España durante los últimos 10 años ha respondido a dos principios económicos conocidos: la falta de población autóctona para cubrir las ofertas de trabajo y la atracción que generan las regiones más dinámicas para quienes buscan un empleo. A la teoría le ha puesto las últimas cifras el índice Manpower, que patrocina esta empresa privada de colocación. Acotado el fenómeno de la inmigración al periodo 1995-2005 se ha podido concretar, con precisión, varias realidades que han desembocado en que hoy los inmigrantes ocupan dos de cada tres nuevos puestos de trabajo que se crean.

En el periodo 1995-2005 se han sumado dos fenómenos distintos. Hasta el 2000, la economía española cubrió buena parte de los puestos de trabajo con la reducción del paro estructural y la incorporación de más mujeres en el mercado laboral. Y a partir del 2000, el índice de ocupación ha sufrido un cambio exponencial. Siete comunidades autónomas han concentrado progresivamente toda la nueva mano de obra, hasta sumar, hoy, 3,8 millones de nuevos ocupados. Como contraste están las cifras de porcentaje de población inmigrante en edad de trabajar respecto a la autóctona. Lo que preocupa es que el desempleo no se reduce ni siquiera en periodos de auge económico en España. Lo más elemental es preguntarse por la falta de incentivos para fomentar la movilidad de la mano de obra española.