El origen de Vueling y de Clickair, dos compañías aéreas de bajo coste con sede en Barcelona, es muy diferente, pero en realidad es casi lo único que las distingue. La primera nació con vocación de negocio en un nuevo segmento del transporte aéreo de pasajeros que ya estaba haciendo su agosto en España después de haberlo hecho en el resto de Europa. La segunda salió al mercado como una respuesta defensiva de Iberia: la antigua compañía de bandera necesitaba protegerse de la competencia de las low cost en los vuelos domésticos, que afectaba a su cuenta de resultados.

Tras la corta experiencia de ambas --entre las dos, apenas seis años de carrera jalonados por pérdidas abultadas--, sus responsables han visto claro que el futuro pasa por una integración. Las aerolíneas con más tradición en ese negocio, como las británicas Ryanair e Easyjet, han conseguido madurar en 20 y en 10 años, respectivamente. Les ha beneficiado ser las pioneras y tener cierta libertad en la elección de aeropuertos. Parece muy claro, a juzgar por la respuesta de ayer de la bolsa, que la mejor decisión que pueden tomar es una alianza que evite duplicidades, que permita la rentabilidad en un mercado tan concurrido y que haga a la empresa resultante más competitiva. Algunos sectores de la opinión de este país parece que solo anhelen aerolíneas de first class y desprecian los vuelos de bajo coste, pero éstos son un apoyo fundamental para el turismo.