En esta época del año, los zarzales de los bordes de los caminos están rebosantes de exquisitas moras. Poder degustarlas es tan sencillo como darse un paseo por el campo hasta encontrar una mata, siempre y cuando aquella se encuentre en una zona de acceso público.

En caso contrario, nos arriesgamos a introducirnos en una propiedad privada con el consiguiente peligro de chafar y estropear algún tipo de cultivo.

Sobre la búsqueda y consumo de plantas silvestres, los documentos antiguos suelen aportar alguna información de tanto en tanto. Y la razón de la existencia de ese tipo de noticias es, precisamente, el daño que aquello originaba en los campos.

En el año 1631, el consell de Castellón promulgó una Crida para la bona conservació del terme i fruyts. En uno de los varios epígrafes de los que se componía aquel bando, se hacía mención expresa al comportamiento de quienes fueran en busca de determinados productos. Se decía que "toda persona de qualsevol estat o condició que sia, encara que sia dona, que anduviera por el término buscando cama-rojes, caragols y altres herbes, debía tener mucho cuidado al entrar en las zonas de propiedad privada".

Y es que además de los destrozos que se originaban sobre los muros de piedra y los cultivos, muchas veces la búsqueda de aquellas hierbas, que era totalmente legal, era la excusa para cometer hurtos.

Por eso, el consell era tajante al respecto y sancionaba duramente a quien, "ab titol de buscar herbes, gose o presumexca prendre de ninguna heretat dels habitadors de dita vila ningún género de fruyta, ni fruyts, hortalicias, llenya, herba o palla".

Historiadora