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Firma invitada

Moreno Mansilla y el Museu

La muerte del arquitecto Luis Moreno Mansilla me ha dolido. Artífice junto a su socio inseparable, Emilio Tuñón, del Museo de Bellas Artes de Castellón, era un gran amante de nuestra tierra y durante dos años, el tiempo que duró la construcción de un edificio que rehabilitó una parte de la ciudad, se desplazó a menudo desde su estudio de Madrid hasta el Grao, a inspirarse en nuestro mar, desde una habitación del Turcosa, a deleitarse en Casa Chiva, a disfrutar con las paellas de Ramón y de Juan en Nules, en definitiva, a descubrir con ojos de constructor de contenedores culturales que “la luz de Castellón es cojonuda, las sombras hablan...”.

Moreno Mansilla era serio, locuaz y trabajador. Tenía ideas, construía con ellas, desde el boceto a plumilla, hasta manejar el hormigón con el acero y la madera. Idea suya fue la catenaria del claustro donde están las luminarias, juntando elementos y artes de pesca de una tienda del Grao. Y las cortinas para tamizar la luz de las salas de exposiciones de fabricación artesanal. Paneles de vidrios de colores, en fin, tanta novedad en una ciudad huérfana en maravillas arquitectónicas. Las virguerías de Mansilla en Castellón las desarrolló en el MUSAC León. Para Luis, todo era color, y ante la dificultad, a Jesús Palos, entonces gerente de Proyecto Cultural de Castellón, le decía: “Jesús… La vida es de colores”.

Les invito a visitar el museo. En su entrada hay una pared llena de contenedores para dejar trastos y en la biblioteca para las fichas de los libros unas cajitas apoyadas en la pared, de “colores”. En Castellón y en el Museu siempre estará su impronta, su firma, siempre habrá una fuente con dos personajillos y un corazón de latón siempre latiendo. Descansa en paz, Luis. H

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