El próximo día 28 se cumplirán seiscientos años de la firma del Compromiso de Caspe. Es sin duda una cifra redonda, de esas que destacan en los calendarios de efemérides y suelen ir acompañadas de remembranzas y solemnidades históricas.

Y lo que terminó hace ahora seis siglos, en junio de 1412 en Caspe, fue el resultado de algo que se había iniciado dos años antes. Concretamente el treinta y uno de mayo de 1410, cuando el rey Martí I murió sin sucesión. Una circunstancia que dio lugar en la Corona de Aragón a un periodo de inestabilidad política conocido como Interregno.

Abierta así la crisis, hubo hasta seis aspirantes al trono. Finalmente, fueron Jaume d’Urgell y Ferrán d’Antequera los candidatos definitivos. Tras varios parlamentos previos, algunos llevados a cabo en lugares tan próximos como Traiguera o Vinaròs, fue Caspe el sitio donde durante dos meses los nueve compromisarios designados en representación de Cataluña, Valencia y Aragón se reunieron y llegaron a la solución definitiva.

Un acuerdo que supuso la introducción de la dinastía castellana de los Trastámara en la Corona de Aragón. Un pacto, con todo lo que ello siempre conlleva de renuncia, que a lo largo del tiempo ha tenido infinidad de interpretaciones.

Hoy, la memoria de lo sucedido hace tantísimos años sigue viva gracias, entre otras cosas, a los documentos conservados en los archivos. Muy especialmente a piezas documentales que son auténticas joyas. A tesoros, como sin duda lo es, el manuscrito de las Actas del Compromiso de Caspe que desde hace siglos se conserva en el Archivo de la Catedral de Segorbe. H