El pasado 24 de julio de 2017 fue una fecha histórica para los españoles. En dicha fecha, todos los grupos políticos representados en el Congreso alcanzaron un Pacto de Estado contra la violencia de género y aprobaron por unanimidad una batería con más de 200 medidas, muchas de las cuales desde Coasveca, ya veníamos pidiendo. Y os emplazo al artículo que sacamos publicado en este mismo rotativo en noviembre del año 2015 bajo el título Grito mudo, donde Sonia Lázaro nos desgranaba muy bien aquellas medidas y que hoy os recuerdo. Medidas como la acreditación de los criterios de víctimas, más apoyo y protección a las víctimas, prevención en todas las etapas educativas... Haciendo hincapié sobre todo en los menores. Esos de los que antes nadie se acordaba en la violencia de género y que, en este paquete de medidas, sí parece que por fin se tengan en cuenta.

Por aquel entonces ya hablábamos del «terrorismo» de la violencia de género. Cuando alguien habla de terrorismo, todos volvemos la mente hacia las más de 800 víctimas que, a lo largo de los casi 40 años de vida de la banda terrorista ETA, sacudieron nuestro país, manchando de sangre y dolor cada rincón de nuestra tierra, o los casi 200 muertos que el fatídico 11-M asolaron las calles de Madrid cubriendo de rabia y desolación a cuantos vivimos esos desgraciados acontecimientos. Pero son muy pocos los que recuerdan a las más de 1.300 víctimas, que en apenas década y media, la violencia de género nos «ha facturado» como recibo a nuestra ignorancia silente, y en muchos casos complaciente, ya que estas son consideradas no solo víctimas de su segunda clase, si no, una consecuencia de sus propias circunstancias. Cuando lo cierto es que el terror no entiende de circunstancias personales, sociales o económicas, como todos los cobardes: ataca allí donde «cree que le es más fácil», donde «nadie ve porque nadie mira»...

Considerar que tan solo las mujeres asesinadas a manos de sus «verdugos-parejas» son las víctimas de esta clase de terrorismo cada día más aceptado por todos no solo es un error, sino una muestra de que nuestra ignorancia es directamente proporcional a nuestra estupidez, ya que se nos olvidan los cientos de niños que sufren en silencio los malos tratos recibidos. No solo por sus madres, sino por ellos mismos. Y cuando no, la falta de uno de sus progenitores, carencia que nadie puede subsanar, pero sí aliviar si, al menos, la justicia empezara por ser fiel a su nombre algún día.

Queda mucho camino por recorrer para atajar la violencia de género. Ojala no fuera así, pero es obvio que sí lo es. Esperemos que las medidas adoptadas en el Congreso se complementen con lo que piden y claman millones de personas que exigen a nuestros gobernantes que se revise el código penal con respecto a este tipo de delitos, los cuales, deberían ser tratados según las características que los definen. Es decir, al igual que los provenientes del terrorismo, ya que sus víctimas son sometidas a actos de vejación, humillación, sadismo, violencia, terror, acoso y, por último, muerte para conseguir doblegar su voluntad de ser libres. No en vano, «solo una justicia libre logra que lo sean aquellos a los que protege». Y recordad: «No le temo a sus gritos, me aterroriza tu silencio». Así que, por favor, no seamos cómplices.

#SoloNoPuedoContigoSí

*Presidente de la Federación Coordinadora de Entidades Ciudadanas de Castellón