Estaba recordando aquellos tiempos, ya lejanos, en que los libros de Psicología nos hablaban de los denominados mecanismos de defensa, es decir, una reacción no adaptativa ante la ansiedad, provocada por una frustración determinada. Pero no vamos a entrar ahora en cuestiones técnicas, sino solo en la reflexión sobre acontecimientos actuales.

Los medios de difusión nos aproximan cada día más a los acontecimientos públicos y también privados que nos acechan. Vemos tertulianos tirándose de los pelos, como ya dijimos en alguna ocasión anterior, pero también debates en foros públicos en los que los intervinientes hacen uso, a nuestro entender, de un mecanismo muy socorrido cual es el de proyección, especialmente. Enfrentados dialécticamente, en esos debates suele observarse una proyección mediante la cual se atribuye al otro aquello de lo que uno carece o cree poseer. «Dime de qué presumes y te diré de qué careces», dice el aforismo popular. Vemos cómo en estos casos uno, o unos, tratan de probar cuanto pregonan o defienden con acciones o argumentos concretos puestos en boca del contrincante. El resultado --¿quién habla de buena fe?-- es que esa proyección mutua, generalmente, sume al espectador en un mar de confusiones. ¿Cómo dos cuestiones antagónicas pueden ser defendidas con el mismo ardor? Cada uno pretende salir airoso de la situación, bien por la defensa global de su ideología, bien, también, por creer obrar de buena fe. «That is the question» diría Hamlet. Una u otra es la pregunta o la respuesta. Pero no ambas. De nuevo, el refrán: «dime de qué presumes y te diré de qué careces»... Y recordando a Gandhi: «El ignorante ataca con la boca; el sabio se defiende con el silencio».

Profesor