Los seres humanos nacemos de manera inmadura, dependemos de los cuidados de nuestras figuras de apego para la supervivencia y las utilizamos como base para cubrir nuestras necesidades y autorregularnos (capacidad de manejar las emociones positivas y negativas para adaptarnos al entorno). Las relaciones que se establezcan con estas figuras nos ayudará a entender cómo vemos el mundo, cómo vivimos los conflictos y cómo nos relacionamos con los demás (Bowly). Las personas que han tenido figuras de apego disponibles y atentas a sus necesidades se observarán a sí mismos como válidos, con estrategias para resolver los conflictos y sentirán el mundo como seguro y confiable.

En cambio, las que no han sentido esta seguridad se observarán de forma negativa, mostrarán más dificultades en las relaciones sociales y percibirán el mundo como poco seguro e impredecible.

Cada vez que el ser humano se siente mal, busca estrategias para regularse y sentirse bien. Si las figuras referentes no están disponibles bien porque son emocionalmente distantes, muestran cierta ambivalencia, se enfadan fácilmente, son imprevisibles, no están disponibles, son amenazantes... Se buscarán estrategias de regulación externas a sus figuras de referencia como amigos, objetos, realización de actividades, etcétera.

En la edad adulta esta carencia afectiva puede ser sustituida por cosas materiales, comida, compras, deporte excesivo, drogas, alcohol, entre otras. Ante una situación estresante o amenazante, donde el adulto siente una emoción que no puede controlar y no siente seguridad, buscará una estrategia regulatoria externa para poder disminuir el malestar, sentir seguridad y tener así una sensación de control. Ante este mecanismo evitativo la persona experimenta un cierto alivio, ya que ha disminuido su malestar, a pesar de que la dificultad seguirá estando presente. Por ejemplo, a alguien que le cuesta relacionarse con personas de su sexo opuesto puede utilizar el alcohol para relacionarse produciendo un cierto alivio en un principio, pero una vez pasado el efecto, sigue mostrando la dificultad.

La dependencia a sustancias a menudo comienza con un efecto placentero en el organismo. Para algunos el efecto de la sustancia puede ser una experiencia aislada, pero para otros, teniendo en cuenta sus experiencias y su manera de autorregularse, puede convertirse en una potente solución para la gestión de determinadas situaciones y emociones. Existen diversos estudios que evidencian que estas personas tienen una mayor posibilidad de desarrollar una dependencia. Debido a la sensación de alivio repentina que se produce al consumir la sustancia, al ocurrir repetidamente se convierte en hábito, y la persona desarrolla memoria o recuerdo de adicción, y, comenzará con conductas para mantener el consumo (negar el consumo, buscar situaciones para consumir, autoengañarse...), así como existirán ciertas situaciones (disparadores) que señalarán la oportunidad de consumir. Una vez que desaparecen la sensación de alivio, aparece el miedo, la vergüenza, la culpa o las promesas no cumplidas, convirtiéndose dichas emociones en disparadores de un futuro consumo reforzando así el circulo vicioso, ya que lo que en un momento se utilizó como una solución, ahora es un problema mayor a resolver.

A pesar de que eliminar una adicción engloba muchos aspectos, pudiendo ser muy costoso. Si reflexionamos sobre nuestras relaciones e historia de vida, y como ello nos afecta en la gestión de determinadas emociones y situaciones (comprendiendo que se utilizan ciertas sustancias adictivas para nuestra regulación), podremos modificar ciertos aprendizajes y de forma consciente autorregularnos de una manera más saludable.

Psicóloga de la Asociación Villarrealense de Alcohólicos Rehabilitados (Aviar)