Cada vez que vemos o escuchamos noticias y testimonios de la atroz invasión de Ucrania se nos encoge el corazón. Estoy seguro que los españoles, como siempre que ocurre una catástrofe, seremos solidarios con el pueblo ucraniano, pero me temo que esta vez no será suficiente.
Estamos ante una encrucijada histórica que cuestiona principios y no permite ambigüedades. La equidistancia no cabe en este conflicto, tampoco la cobardía. Evitar la guerra o pararla por vía diplomática es una opción que ha desaparecido de las opciones elegibles por deseo del hombre más malvado que existe sobre la faz de la tierra, que en absoluto representa al pueblo ruso.
Mujeres que acompañan a sus hijos a la frontera y se vuelven al frente para combatir por su pueblo, ucranianos que llevan muchos años lejos de su país con un futuro por delante aparcan sus sueños y se vuelven a Ucrania para combatir en una guerra enormemente desigual. Todos saben que van a una muerte más que probable, pero van a defender a su país, haciéndolo están defendiendo también a Europa y sus valores.
Los estándares europeos
Las primeras imágenes que vimos de Kiev, la capital ucraniana, retrataban a familias con sus viviendas, sus trabajos, sus proyectos, sus hijos preocupados por ir al colegio o a la universidad y labrarse un futuro mejor, sus mascotas, sus móviles, sus coches. Un país con servicios públicos, con comercios, con centros comerciales, que se asimilaba a los estándares europeos, y que desde la distancia transmitía prosperidad.
Es inevitable pensar cuál sería nuestra reacción si nuestras familias fueran desmembradas, nuestras rutinas, nuestros sueños, nuestra zona de confort, fueran destrozadas de forma vil y cruel por una ambición imperialista anacrónica, por un odio visceral a una sociedad que con sus virtudes y sus defectos, permite la prosperidad y el bienestar a su ciudadanía.
Europa ha despertado. Sabe que tiene que estar unida en esta situación que se está viviendo por la invasión de Rusia y al lado del pueblo ucraniano porque también ellos forman parte de Europa. España tiene que estar a la altura en estos momentos delicados y no puede quedarse atrás, tiene que ser valiente. Si alguna vez somos nosotros los agredidos esperaremos del resto de países algo más que solidaridad.
Portavoz de Ciudadanos en Vila-real
