Carta del obispo

Camino cuaresmal

CASIMIRO López Llorente

El próximo miércoles comienza la Cuaresma. Son cuarenta días durante los que los cristianos nos preparamos para la celebración de la Pascua del Señor. Los cuarenta días de la Cuaresma recuerdan los cuarenta años que el pueblo de Israel peregrinó por el desierto hacia la tierra prometida. Cuarenta fueron también los días que Jesús pasó en el desierto antes de iniciar su vida pública; allí fue tentado por el diablo que quería apartarlo de la misión que Dios le había encomendado – la llegada del Reino de Dios-- y de su meta –su muerte y resurrección para que todo el que crea en Él tenga vida eterna--. Jesús inauguró así nuestro ejercicio cuaresmal; y nos enseñó a combatir las tentaciones para caminar con Él hacia la meta: hacia la Pascua dentro de cuarenta días, que es un anticipo de la Pascua definitiva, y de la vida eterna, plena y feliz.

Como Jesús, tampoco nosotros estamos libres de tentaciones en nuestro caminar hacia la meta. La gran tentación, raíz de todas las demás, es el deseo de prescindir de Dios en nuestra vida, de suplantarlo y de construir la propia existencia, el mundo y la historia al margen de Dios. Es la tentación de una libertad totalmente autónoma, que pretende alcanzar la felicidad y la inmortalidad contando sólo con las propias capacidades y según los propios deseos; en una palabra, es la pretensión de querer salvarse sin Dios. La historia y el presente nos ofrecen muchos profetas y ejemplos de ello: a la postre, ninguno de estos intentos ha podido cumplir sus promesas de un paraíso en la tierra. Con frecuencia producen lo contrario de lo prometido: generan esclavitud, injusticia, mal, descarte, pecado y muerte.

Jesús proclama: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1, 15). En Jesús, Dios se encarna y entra en el mundo para cargar con el pecado, vencer el mal y la muerte, y dar la vida eterna y plenitud a todo el que crea y viva en Él.

Obispo de Segorbe-Castellón

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