Sin reservas

Extraños en el camarote

PP y Vox han mantenido de cortafuegos político a dos socialistas hasta que pasara el riesgo de incendios

Javier Andrés

Javier Andrés

Ya está, ya son libres. Durante cuatro meses, y hasta el martes pasado, hemos asistido a una de las situaciones más surrealistas que se recuerdan en la política valenciana. No hablo de escenas como la de Alfonso Rus contando billetes de dudosa procedencia en el asiento de su coche: «deu mil, onze mil, i dotze mil euros, un milió de peles». Tampoco de la pillada a Eduardo Zaplana reconociendo que estaba en política para forrarse y que su máxima aspiración era tener un Opel Vectra 16V. Más motor tenía el Ferrari que pilotó Paco Camps con Rita Barberá de acompañante y Fernando Alonso de paquete, cuando la F1 y los grandes eventos, visita del Santo Padre incluida, servían para lucro de unos pocos y ruina de otros muchos. Eran los años del saqueo popular en la Comunitat que dieron para muchas situaciones berlanguianas.

En la actualización del Diccionario de la lengua española de 2020, la RAE admitió una doble acepción para el adjetivo berlanguiano que pasó a formar parte de nuestro léxico oficial. En la segunda de ellas se lee: «Que tiene rasgos característicos de la obra de Luis García Berlanga». Es decir, sirve para definir una situación al estilo de las que se vivían en Bienvenido Mister Marshall, La escopeta nacional o cualquiera de las obras maestras del director valenciano. Berlanga, como Galdós, Dalí, Lorca, y un puñado de selectos creadores, fueron capaces de describir en sus obras una forma de ser, unos comportamientos, que por su estridencia o singularidad han merecido de la RAE una definición propia.

A mitad camino entre una comedia berlanguiana y una ópera bufa marxista está la paradoja que han protagonizado dos políticos valencianos desde el 28M. PP y Vox han tardado cuatro meses en cesar a dos militantes socialistas que durante ese tiempo han ostentando cargos de máxima responsabilidad en el gobierno de Carlos Mazón en contra de su voluntad. José Mª Ángel, exsecretario autonómico de Emergencias, y Salva Almenar, ex director general de Interior, han estado secuestrados pese a solicitar el primer día su cese por escrito a la consellera. Pero la jefa les dijo que no, que continuaban hasta nueva orden. No tenía prisa porque Vox no tenía a quien nombrar y, sobre todo, porque temía que de producirse alguna catástrofe le fueran a pedir explicaciones a ella. Los han mantenido de cortafuegos político hasta que ha pasado el riesgo máximo de incendios y la temida DANA. Lo han hecho pese a ser las mismas personas a las que, en bronca parlamentaria y en los medios, exigieron su cese por la gestión de los incendios del último verano. Algo no cuadra: o les acusaron falsamente entonces, cuando les culparon incluso de mandar al infierno el tren de Caudiel, o han sido unos insensatos por mantener todo este tiempo a quienes, según dijeron, pusieron en peligro vidas y haciendas.

En manos de Berlanga la película se podría llamar algo así como Peperos a la fuerza y si estuviera protagonizada por Groucho, Chico, Harpo y Zeppo podríamos titularla Extraños en el camarote de los Marx. De ahí la referencia a esta situación como ópera bufa marxista. José María Angel, con su retranca habitual, le hizo saber a su jefa que él «Nunca pertenecería a un club como el suyo que admitiera como socio a alguien como yo», pero ni por esas le soltaron. Los han retenido mientras los han necesitado aunque ninguno de ellos comulgue con la más célebre frase de Groucho: «Éstos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros». Los tienen, y muy sólidos, por eso no querían trabajar para un gobierno del que forma parte la derecha extrema.

Mucho se habla de las dificultades de Vox para encontrar perfiles válidos entre su militancia con los que copar las cuotas de poder que le ha regalado el PPCV, y resulta que es verdad. Al final Mazón ha nombrado a uno de los suyos. Menos mal, porque si Vox no tenía nada mejor que un torero para dirigir la política cultural de la Comunitat, corríamos el riesgo de que pusieran a un bombero torero al frente de la lucha contra los incendios. Dicho sea con el máximo respeto a quienes practicaban aquel espectáculo cómico-taurino que iba a ver de pequeño a la plaza de toros. Les pido disculpas a todos ellos, pero me lo han puesto fácil y he caído en el parany. Lo siento. Dejo constancia que aquellos entrañables enanitos tenían mucha más altura moral y dignidad que muchos de nuestros políticos. Ellos nunca hubieran aceptado la oferta.

*Periodista y escritor

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