BABOR Y ESTRIBOR

Inma Castell, periodista de raza y valiente

Lástima que no aparezca el nombre del sujeto que comunica una sentencia de muerte, por suerte incumplida

Basilio Trilles

Basilio Trilles

En Oriana Fallaci pervive el mito de quien está desposeído de cualquier sentimiento de miedo. No es cierto. El carácter de la Fallaci era una fusión de valentía y espíritu indómito, icono del Nuevo Periodismo de la segunda mitad del siglo XX. La ausencia del miedo va de la mano de la inconsciencia y la colega italiana era muy consciente del cómo y el porqué de lo que hacía. Aquí tenemos a nuestra Fallaci. Se llama Inma Castell, no es corresponsal de guerra y nunca entrevistó a cara de perro al ayatollah Jomeini en Teherán. Empero, Inma, periodista de raza y una de las personas más valientes que jamás he conocido, lleva cuatro años reescribiendo la crónica de su existencia con la sonrisa fresca y la mirada limpia de los héroes de verdad. Aquellos que cada día afrontan con entereza, sin tirar la toalla, las putadas que nos depara la vida. En ocasiones con la injusta sobrecarga de la mala praxis de una minoría de sanitarios carente de humanidad. Ayer Inma presentó su experiencia en forma de libro El maratón de mi vida. Transcribo unas reveladoras líneas al referirse a cómo recibió la fatal noticia, de pie, en el pasillo del hospital, sin ningún tipo de sensibilidad:

«Salió, se acercó a nosotros y, con los papeles en la mano, me dijo:

--Tienes un carcinoma escamoso en grado cuatro en el pulmón.

--¿Eso es grave? --le pregunté aún de pie-- Su respuesta fue tan clara como dolorosa.

--A partir de ahora, no hagas planes a largo plazo. Piensa en tu vida por meses o, mejor, por semanas».

Lástima que no aparezca el nombre del sujeto de la bata blanca que comunica una sentencia de muerte, por suerte incumplida, sin la menor sensibilidad y en la puerta de la consulta. Compren el libro, vale la pena.

Periodista y escritor

Suscríbete para seguir leyendo