cosas mías

Amistad en Do, Re, Mi, Fa, Sol

Antonio Gascó

Antonio Gascó

No me gusta escribir en primera persona. Pero hoy no me queda más remedio. Y he de decir, de entrada, que lo hago radiante de satisfacción y de regocijo. Me encuentro en Valencia, en la casa familiar de mi querido amigo, el maestro Ramón Tebar, acompañado de sus preciosas y simpáticas hijas, de sus afectuosos y cordiales padres y de su esposa la encantadora Cristina.

Después de un grato condumio familiar, pasé toda la tarde con el gran director de orquesta, viendo en su magno televisor una amplia selección de fragmentos sinfónicos y de óperas, dirigidos por los más rutilantes conductores de orquesta del mundo. Evidentemente, compartir esta jornada, con la, tal vez, mejor batuta de España y una de las más preclaras del extranjero, fue para mí mejor que un curso de doctorado. Sus explicaciones sobre los gestos directoriales, aprendiendo los signos del lenguaje de las manos, de los brazos, de las miradas y hasta de los vaivenes del cuerpo, fueron tan claras como enriquecedoras y productivas, pues sabida es mi impenitente afición a la música. Las tres horas que compartimos diálogo ante el televisor se me pasaron en un suspiro. Y fueron fecundas en mi formación.

Ni que decir tiene que me siento deudor, no solo del trato afectuoso que se me dispensó, sino, sobre todo, del aprendizaje recibido. Pormenores sobre técnica, que solo conocen los muy grandes del podio, percepción de detalles cardinales que se me habían pasado por alto, en mi más de medio siglo de oyente aficionado, con los que me he visto enriquecido, a extremos de colmo. La amistad es hermosa, muy hermosa y más cuando derrocha generosidad cordial y simpatía. Pienso que es como una estrella, que brilla en los momentos más oscuros. Soy muy afortunado.

*Cronista oficial de Castelló