TRES EN LÍNEA

Mazón se fuma un puro

A este paso, Mazón va a tener que inventarse una oposición. Para no aburrirse y por el qué dirán

Carlos Mazón atiende a los medios de comunicación.

Carlos Mazón atiende a los medios de comunicación.

Juan R. Gil

Juan R. Gil

El PSPV ha suspendido por segunda vez consecutiva la reunión de su ejecutiva que debía poner en marcha su próximo congreso. Hartos de sus cuitas, seguramente a la mayoría de los ciudadanos la cuestión les importara un carajo. Pero en términos políticos es un suceso mayúsculo. Significa, ni más ni menos, que el partido que presidió la Generalitat Valenciana hasta el pasado mes de mayo carece en estos momentos de dirección. Súmenle la precaria situación en que también se encuentran las otras dos fuerzas políticas que conformaron el Botànic, Compromís y Podemos, ambas deshechas, y comprobarán que, ocho meses después de aquella derrota, la izquierda anda en la Comunitat Valenciana, literalmente, como pollo sin cabeza. A este paso, Mazón va a tener que inventarse una oposición. Para no aburrirse y por el qué dirán.

Digerir una derrota no es tarea fácil para ningún partido. Y es más difícil cuanto mayor sea éste. No se puede exigir a los socialistas que se repongan del varapalo sufrido de un día para otro. Pero sí cabía demandarles responsabilidad y sentido común.

Ambas cosas están brillando por su ausencia en el proceso que abrieron alocadamente la misma noche en que las urnas les dieron de lado. Si eso únicamente les perjudicara a ellos, el tema sería menor. Pero, dando por sabido que un partido es un núcleo de poder, con sus consiguientes luchas, su existencia sólo se justifica en tanto que herramienta de los ciudadanos para la defensa y el ejercicio de sus derechos. Así que son los ciudadanos los perdedores últimos de que el PSPV se haya desnortado.

Los socialistas necesitaban tiempo. Tiempo para analizar el porqué de una derrota que fueron los únicos que no vieron venir. Tiempo para reflexionar sobre unas alianzas que eran inevitables, pero se gestionaron mal. Tiempo para pensar en cómo reconstruir un partido al que el poder le pasó por encima como una apisonadora y que, pese a los muchos intentos, fue incapaz de aprovechar su preeminencia de los últimos cuatro años para renovarse. Tiempo para construir un nuevo discurso para la Comunitat Valenciana. Un nuevo discurso, por cierto, que asuma de una vez por todas que esta es una comunidad plural y diversa (¿les suena?) que requiere que a todas las partes se les dé participación y no sólo audiencia. ¿O cree el PSPV que es casualidad que los dos cambios de ciclo político que se han registrado desde que la autonomía es autonomía hayan venido impulsados desde Alicante sin que en València se hayan enterado de lo que sucedía hasta que ya era tarde para pararlo?

Claro que para entrar en todas esas honduras también era necesario un cambio de liderazgos. Pero igualmente para eso se necesitaba tiempo. Paradójicamente, tiempo era lo único que tenían. Pero optaron por las prisas. En apenas un suspiro, Ximo Puig pasó de ser un referente del que ellos mismos decían que su nombre pesaba más que el de las propias siglas, a ser alguien al que había, en sentido estricto, que defenestrar. Tenían un año para preparar un congreso del que salir fortalecidos. Pero optaron por aventar uno extraordinario y ahora no son capaces siquiera de cumplir con la formalidad de convocarlo. Fieles a su historia, no hay día en que no tomen una decisión peor que la anterior.

Y luego está la permanente y nociva interferencia de Madrid. Recordaba en estas mismas páginas, tan tarde como el pasado 26 de noviembre, la anécdota de cuando Zapatero preguntó qué le pasaba al PSPV y le respondieron que era fácil de entender: «Dame un nombre, que me opongo». Y le recomendaba al secretario federal de Organización socialista, Santos Cerdán, que no repitiera el error de sus antecesores. Dicho y hecho, llegó Madrid y señaló como su elegida a la ministra de Ciencia e Innovación, Diana Morant. Poner su nombre encima de la mesa y saltar al campo más candidatos que setas fue todo uno. Y el enredo que se ha montado es digno de ser estudiado, no por los politólogos, sino por un equipo de psicólogos. A saber: 1) Ximo Puig, probablemente el dirigente más PSPV y menos PSOE que han tenido los socialistas, ahora aparece como aliado de Ferraz y de Pedro Sánchez, defendiendo la opción que el PSOE quiere imponer, poniendo armas y bagajes a disposición de Morant y renunciando a impulsar una candidatura propia. 2) Alejandro Soler, líder de los socialistas en la provincia de Alicante, un hombre por historia mucho más PSOE que PSPV, probablemente el dirigente que más pronto y casi en solitario al principio se alineó con Pedro Sánchez cuando éste fue descabalgado y todos los barones apostaban por Susana Díaz, ahora se ha erigido como el líder que defiende la autonomía del PSPV frente a los ucases del PSOE. 3) Y Pedro Sánchez, el hombre que hizo de las primarias dogma de fe, ahora resulta que no las quiere ver ni en pintura. Así que va forzando aplazamientos en la segunda federación en militancia del partido con tal de que se trague, sin votación, con lo que él ha decidido. Toma del frasco.

Alma en pena

Mientras Morant anda como alma en pena esperando que le hagan el trabajo sucio para llegar inmaculada a una secretaría general que no habrá ganado sino que le habrán regalado, con lo que eso significa de inestabilidad permanente, Soler, que pasito a pasito ya se ha convertido en el líder de la minoría mayoritaria, no ceja en su presión. Y no es solamente una cuestión de nombres lo que se está dirimiendo, aunque eso sea lo que sobresalga. Es el modelo lo que está en discusión: el modelo de partido, pero sobre todo el de oposición. La pelea es entre quienes piensan que el mandato de Mazón será corto y hay que darle una guerra sin cuartel y quienes creen, como Soler, que hay que pertrecharse para una larga estancia en la oposición en la que el PSPV tiene que ser el referente frente al PP, pero manteniendo los cauces de diálogo y acuerdo con la Generalitat abiertos. Si Mazón volviera a fumar tabaco de verdad, seguramente se encendería un puro. Para disfrutar del espectáculo mientras ellos se aclaran.

Director general de Contenidos de Prensa Ibérica en la Comunitat Valenciana