COSAS MÍAS

Adriana y los Reyes

Antonio Gascó

Antonio Gascó

Tengo una nietecita alicantina de siete años que se llama Adriana y que es tan preciosa como inteligente, simpática, tierna y afectiva. Por más que sus padres y su hermano me visitan cada mes, la verdad es que los echo mucho de menos. En las pasadas navidades los tuve conmigo y me pude llevar a la cría al ayuntamiento, para que conociera, en persona, a los Reyes Magos. Begoña Carrasco, la alcaldesa de Castelló, tuvo la deferencia de permitirnos acceder a su despacho, para que la niña pudiera departir con SSMM de Oriente, en la noche de la cabalgata, regalía que siempre le agradeceré a la primera edil. La niña estaba fascinada a extremos de extasío y en particular cuando el rey Melchor (engalanado con sedosos atavíos y una muceta de piel moteada en negro), con un afecto y ternura, que traslucían bajo sus generosas y onduladas barbas blancas, se dirigió a ella y le entregó un paquetito, envuelto con primoroso esmero.

La criatura no cabía en sí de gozo y le propinó dos cariñosos besos al soberano, como efusivo agradecimiento a su atención. Cuando abrió el paquete y encontró una preciosa pulserita de plata con su nombre, no encontraba palabras para definir su júbilo y su dicha. Su mente permanecía emparadisiada y desbordada de ilusión. Yo estaba, casi, más emocionado ella, ubicado en El albergue de la sexta felicidad.

Un tesoro

Y este es el maravilloso privilegio que todos los años, el cinco de enero, se otorga a los pequeños que viven horas de ensueño y, que no llega a truncarse, incluso, cuando han cumplido muchos más años. El fulgor de la ilusión sigue resplandeciendo en su recuerdo. Esa ilusión es magia, pero sin truco de ninguna índole. No olvidaré nunca la radiante, atónita y embelesada cara de mi nieta. Esta sí es una gran noticia, la que provoca la prerrogativa del deslumbramiento y la fascinación. En estos tiempos de deshumanización y tecnología imperante, la mirada encandilada de un niño es un tesoro, al que renunciamos con demasiada frecuencia. Yo tuve el privilegio de hacerlo mío y no lo cambio por todo el oro del mundo. Doy fe.

Cronista oficial de Castelló