Buena pregunta

Humana como tú

Con el nuevo año, no es atrevido anticipar que la inteligencia artificial continuará su avance 

Álex Rubio

Álex Rubio

Cada año nuevo nos regala una oportunidad única para lanzar al aire tendencias e innovaciones. Si al llegar a la última página del calendario alguna proyección queda olvidada, siempre quedará la excusa de que había que marcar lugares en el mapa para ir hacia algún sitio. Los humanos somos predecibles, pero solo hasta cierto punto. En materia tecnológica, sin embargo, no es demasiado atrevido anticipar que la inteligencia artificial continuará su avance imparable, incrementando aún más su influencia en nuestro día a día, profesional y personal. Su presencia estará cada vez más integrada, será física incluso. Perceptible. Ya no limitaremos nuestra interacción con ella a diálogos textuales; su abstracción, en cambio, tomará en ocasiones una forma concreta con la que podremos interactuar, discernir, hablar, debatir. Sentir todavía será unidireccional, pues las emociones son nuestra esencia intrínseca, una dimensión aún ajena al mundo de la IA. No sabemos hasta cuándo.

Esto nos dejará, inevitablemente, en el borde exacto de una nueva frontera que lleva décadas imaginando la ciencia ficción: el momento en que tendremos que decidir cómo tratamos a las máquinas. Autores como Isaac Asimov con sus 'Leyes de la Robótica' y Philip K. Dick en '¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?' --adaptada en la icónica película 'Blade Runner' por Ridley Scott--, ya nos avanzaban las complejidades morales y éticas de nuestra futura interacción con seres artificiales. Pero ya estamos ahí, y estas cuestiones en 2024 pasarán a un primer plano: ¿qué significa ser humano en un mundo donde la IA puede replicar aspectos de nuestra inteligencia y quizás, algún día, de nuestra conciencia? ¿Cómo definimos la empatía y la ética en un contexto donde lo artificial y lo orgánico convergen? ¿Cómo le hablamos, en definitiva, a las máquinas, a los bots, a la IA que ya será una más en nuestra vida?

Acciones ya cotidianas como interactuar con una IA generativa como ChatGPT o con un altavoz inteligente nos enfrentan a este dilema. ¿Debemos tratar a estas entidades de IA como meros dispositivos o entes sin emociones, o interactuar con ellos como lo haríamos con seres humanos? En última instancia, regalarle a la IA cierta humanidad tal vez nos ayude, de alguna forma, a no perder la nuestra en este mundo extraño. E, incluso, a que las generaciones venideras conserven el rumbo en un futuro ya inimaginable.

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