Un robot violinista actuaba en el pabellón japonés de la Expo de Shanghái. Toyota cuenta con un trompetista y Honda con otro que sirve té y juega al fútbol. En Osaka se celebró la primera maratón con corredores metálicos. Los robots están tan ligados a Japón como el sushi o el sumo. Y desde el desastre nuclear de Fukushima se repite: ¿Dónde están los robots cuando se les necesita?

Por Fukushima han desfilado helicópteros y coches de bomberos. La aportación de los robots es discreta. Apenas un par de ellos se adentraron en los reactores averiados, dotados de infrarrojos, cámaras de vídeos y medidores de radiactividad. Para oprobio nacional, eran estadounidenses.

La falta de robots empuja al sacrificio de 500 operarios, los héroes y muy probablemente mártires de Fukushima, quienes soportan cantidades de radiactividad que muchos expertos juzgan fatales a largo plazo. Fukushima revela las limitaciones de la industria nacional.

Tokio estimuló el diseño de robots especializados después de un accidente en 1999, en el que murieron dos operarios por la radiactividad, pero la falta de un mercado apetitoso impidió que los prototipos pasaran de los planos. El sector continúa desatendido por la falta de interés de la industria nuclear, que la crisis actual ha señalado como codiciosa hasta lo imprudente.

Mercado limitado

"El mercado de la robótica militar en Japón es muy limitado porque está prohibida tanto su exportación como su investigación en las universidades. El desarrollo de robots en desastres nucleares se detuvo porque Tepco, la empresa que gestiona Fukushima, insistió en que sus plantas nunca sufrían accidentes", desvela Satoshi Tadokoro, director del Instituto Internacional de Sistema de Rescate, organización sin fines de lucro que desarrolla tecnologías de asistencia ante desastres.

Tadokoro sostiene que en las tareas de limpiar escombros participaron robots japoneses, y que se espera que en breve llegue el modelo Quince a Fukushima. Ha sido probado por el cuerpo de bomberos y es capaz de superar ruinas y escaleras.

Es necesaria una crisis para que un país se tome en serio la investigación. Lo hizo Estados Unidos después del accidente de Three Mile Island (1979) y China, después de un robo de material radiactivo (2004). El Ejército chino ha desarrollado robots más ágiles que los alemanes y los estadounidenses, según ha declarado en la prensa local Song Aiguo, director de robótica de la Universidad de Nanjing. Se parecen a los de la película Wall-e y cuestan unos 50.000 euros por unidad.

Después de muchos años de estudio y expectantes por saber cómo respondían sobre el terreno, China se los ofreció a Japón. La desconfianza mutua frustró la ayuda. El Gobierno de Pekín impuso que los robots fueran operados por trabajadores chinos para preservar sus secretos, y Japón lo rechazó, porque no quería mostrarles el funcionamiento interno de sus centrales nucleares. "Ninguno de esos maravillosos robots con apariencia humana que ves en las exposiciones sobrevivirían un minuto en Fukushima", sostiene Song Aiguo.