Educación

Dos meses sin escuela en una pequeña localidad de Huesca: "Mi hijo decía que no iban a aprender"

La reapertura del aula de O Chinebro ha supuesto un "pequeño aliento" para las familias tras más de dos meses de sobresfuerzos 

Los padres han sido los encargados de hacer de docentes mientras conciliaban con sus trabajos y sus vidas

Los niños vuelven a la escuela de Caneto (Huesca).

Los niños vuelven a la escuela de Caneto (Huesca). / Servicio Especial

Alberto Arilla

El colegio de O Chinebro ha recuperado la sonrisa. Más de dos meses después de la orden de cierre emitida por la DGA, las medidas cautelares aprobadas por el Tribunal Superior de Justicia de Aragón (TSJA) han obligado a "reabrir", entre comillas, el aula de Caneto (Huesca) con las 2,5 plazas de profesores que le corresponden. Y esa reapertura va entrecomillada porque, pese a las trabas burocráticas, la escuela no ha dejado de atender a sus 21 alumnos. Aunque, eso sí, lo ha hecho de una forma imaginativa, diferente y que, sobre todo, ha necesitado de altas dosis de "autogestión".

Cristian González es el padre de dos niños escolarizados en Caneto: Gael, de tres años, e Ibai, de siete. "Nadie sabe lo que hemos llorado estas semanas", cuenta a El Periódico de Aragón, del grupo Prensa Ibérica, recordando el enorme esfuerzo que han tenido que hacer las 14 familias afectadas para cubrir las necesidades educativas de sus hijos, denunciar el caso mediáticamente y, además, conciliar todo ello con sus respectivos trabajos. "No era solo dar clase a los niños para que no perdieran el ritmo, sino que había que hacer todas las labores de mantenimiento del aula", explica González, que asegura que había días que empezaban a las 6.00, cuando le tocaba ir a encender las estufas del colegio. "Luego, volvía a casa a preparar a mis hijos y los llevaba al cole, donde puede que me tocara darles clase. Mientras, además, estabas mandando correos del trabajo", narra el padre de Gael e Ibai, ingeniero de profesión.

Con todo, González reconoce que había ocasiones en las que se sentía "con falta de capacitación porque, al fin y al cabo, no soy profesor". Y es que los padres se repartían las materias en función de lo que mejor se le daba a cada uno. Por ejemplo, Alba Galdez, aparejadora y madre de Mara (cinco años) y Silvio (nueve), se ofreció a dar plástica, área en la que se sentía más cómoda, aunque admite que no es lo mismo para los niños. "Al principio, Silvio me decía que no iban a aprender tanto. Son pequeños detalles de los que los más mayores se dan cuenta", confiesa Galdez, que además incide en que sus hijos no han tenido un mes nada fácil a nivel emocional: "Lo han pasado muy mal porque echaban de menos a sus profesores. Con ellos se sentían muy seguros y eso hace que el aprendizaje sea mucho más fácil".

Por estos motivos, los padres, plenamente conscientes de la situación, intentaron adaptar "al máximo" las estructuras que empleaban antes del cierre oficial de la escuela de Caneto. "Hubo un par de madres que se encargaron de revisar bien el currículum académico para que fuese lo más fiel posible a lo que les íbamos a enseñar", señala Galdez. Una situación que mejoró ostensiblemente cuando Nico, un profesor voluntario, se ofreció para ayudar en la docencia de los niños en O Chinebro, a quienes les corresponden un profesor para Infantil, otro para Primaria y una media plaza que iba destinada a Educación Física e Inglés, además de dar refuerzo al aula de Primaria.

Un "pequeño aliento"

En cualquier caso, los padres consideran que esta reapertura cautelar tan solo es un "pequeño aliento" para una lucha que se prevé larga. "Vamos a seguir haciendo ruido para que se solvente de una vez por todas", reivindica Cristian González, que subraya que el objetivo ahora es "conocer exactamente lo que hay que mejorar, para que puedan arreglarlo y seguir con nuestras vidas, que es lo único que queremos". Mientras, Alba Galdez coincide con el diagnóstico de su compañero en la asociación de padres y madres. "Habíamos parado nuestras vidas", afirma, a la par que suspira por la "descarga" que va a suponer la vuelta de los docentes a Caneto.

En ese sentido, Galdez rememora la orden de clausura del pasado noviembre como algo "muy desagradable". "Llevábamos cuatro años de reuniones, pero siempre con diálogo. Este cierre vino sin avisar y de repente", concreta. "No es sencillo venir a vivir al mundo rural, menos estando tan alejados", añade por su parte González, que continúa: "En una zona despoblada, tener a 21 niños viviendo de continuo no es moco de pavo". Y concluye: "Te ponen palos y encima te pegan. Nadie nos ha venido a preguntar y se han contado muchas mentiras. Esto no es una cuestión política ni va de colores". 

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