Un escenario simulado. Esa es la principal tesis que baraja el grupo de Homicidios de la Guardia Civil de Castellón en el caso del asesinato de Johana Andrea Aguilar, la mujer de 41 años hallada muerta el 21 de abril en el Camí Vell de la Mar que conecta Burriana con el paraje del Clot.

Quien la mató y se deshizo de su cuerpo, lo colocó para inducir a la Guardia Civil un pensamiento: que la muerte no era criminal. Lo consiguió parcialmente, ya que cuando un paseante se topó con el cuerpo y avisó al 112, los primeros agentes que llegaron, e incluso el forense, creyeron estar ante una muerte natural o, como mucho, un suicidio --la Policía Local tenía reciente en su memoria que la habían atendido dos veces este año por intentos autolíticos--.

El cuerpo de Johana estaba tendido boca abajo sobre un charco -esa mañana llovía y la noche anterior, también-. Calzaba zapatillas azules, un pantalón de chándal negro y un chubasquero rojo, cuya capucha le cubría la cabeza. El antebrazo izquierdo reposaba debajo de su cara, invisible a primera vista por la posición y la prenda antilluvia, y el derecho, lo tenía flexionado junto a la mejilla.

En apariencia, era el modo en que habría quedado de haberse desplomado accidentalmente, aunque con los pies girados, con las puntas mirando hacia la derecha, como si alguien la hubiese depositado cuidadosamente.

Por esa razón también, para dar sensación de accidentalidad, el cuerpo no fue ocultado, pese a que estaba a medio metro escaso de una acequia y a metro y medio de un campo de naranjos.

Restos de la cinta que la Guardia Civil colocó para acordonar la zona donde apareció el cuerpo. FRANK PALACE

Pero, quien lo hizo olvidó un detalle fundamental: quitar de su cuello unos leggins negros con los que fue estrangulada de frente.

Los forenses

Esos dos datos los aportaron los forenses al día siguiente, cuando realizaron la autopsia. Nada más extraer a Johana del sudario y abrirle el chubasquero, se toparon con las mallas enrolladas en el cuello. Primera señal de alarma.

La segunda llegó al comprobar las infiltraciones en los tejidos que hablaban de una asfixia mecánica por estrangulamiento.

El día de antes, al haberse descartado inicialmente la muerte violenta -los leggins no eran visibles porque los ocultaba el chubasquero-, se hizo un levantamiento rápido, a la espera del dictamen forense durante la autopsia que se iba a hacer al día siguiente y que, además, detectó presencia de cocaína y fármacos.

Así que, con esa información en la mano, se informó al juez de Instrucción 6 de Vila-real y, policialmente, el caso pasó a manos de Homicidios. Los agentes, junto con especialistas de Criminalística, volvieron al lugar donde había sido encontrado el cuerpo, que fue acordonado e inspeccionado.

Los investigadores dedujeron que el responsable de la muerte, solo o con ayuda, había colocado el cuerpo para inducir a la Guardia Civil a pensar que era una muerte accidental, ya que la posición era incompatible con el desplome que se habría producido mientras la asfixiaban. Y la ausencia de lucha podría explicarse por la administración de tóxicos.

Pastillas en su bolso

Incluso el contenido del bolso, con varios blísteres de pastillas, parece ser parte del escenario simulado de un suicidio, ya que ese fue uno de los métodos empleados por Johana en el intento de febrero. Sin embargo, no es habitual en esa conducta autolítica hacerlo en la calle y mientras se pasea, lo que refrenda el amaño.

Ahora, la Guardia Civil trata de averiguar si el crimen, cometido unas diez horas antes del hallazgo, se produjo en una casa, que es lo más probable, y que luego el asesino trasladó el cuerpo de noche hasta el Clot y lo colocó cuidadosamente en el asfalto para que alguien lo encontrase, o si fue con Johana hasta allí, la mató y escenificó la muerte accidental.