NACIMIENTO CASTELLÓN, 1946.

PROFESIÓN FOTÓGRAFO.

TRAYECTORIA EMPEZÓ EN LA DÉCADA DE LOS 50. FOTÓGRAFO DE PRENSA Y DE ESTUDIO, CREATIVO. HA REALIZADO EXPOSICIONES Y LIBROS Y HA MERECIDO NUMEROSOS PREMIOS Y DISTINCIONES LOCALES, PROVINCIALES, AUTONÓMICAS Y NACIONALES.

Nació entre las luces y sombras del estudio, creciendo en el cuarto oscuro del revelado, aprendiendo desde pequeño cómo enfocar, elegir una imagen, cómo pillar una noticia. Ha vivido de la mano de su padre, Vicente Traver, la historia más cercana de Castellón. A los 13 años ya realizaba fotografías. Y de la casita de la calle Enmedio, donde se instaló el primer estudio, pasaron a la calle Colón y ahora, desde la calle Mayor, esta familia de fotógrafos sigue creando y experimentando en el mágico mundo de las imágenes.

Vicente presume de su hijo Jorge, y de su padre, del que nunca se separó, y con quien compartió muchas tardes de fútbol y toros, fiestas de la Magdalena, actos sociales y políticos, inundaciones y sucesos. Y recuerda aquellas enormes planchas de plomo que eran las páginas sábana de Mediterráneo, donde se colocaban las fotos de Wamba. La crónica en blanco y negro de una ciudad durante muchas décadas.

En el estudio guarda aún la cámara Retina de Kodak que siempre llevaban padre e hijo en un bolsillo y con la que han realizado miles de fotografías. En este espacio se respira el genio y figura del mítico Wamba, y permanecen viejos objetos, y aquellos fondos de papel con decorados idílicos, que conviven con ordenadores y nuevas tecnologías digitales, con las que la tercera generación Wamba borda las imágenes.

--¿Qué recuerdo, imagen, conserva como más impactante?

--Hay una experiencia que nunca olvidaré. De pequeños, jugábamos en la avenida de Morella, en un paso a nivel, y un día vi un terrible accidente: el tren atropelló a un hombre que murió y vi su cabeza seccionada del cuerpo. Siempre iba con la cámara a cuestas, preparada, como mi padre. Unos años después, también fotografié a un chico con graves quemaduras: eran fotos para un laboratorio que experimentaba un medicamento. Y luego estuve en Mediterráneo. Hay muchas experiencias, anécdotas y terribles sucesos que, desde luego, son lo peor de este trabajo.

--¿Wamba de dónde viene?

--Al finalizar la guerra, mi padre estuvo a punto de inaugurar un salón de té junto a lo que era el cine Capitolio, y quería que se llamara Wamba. Y Wamba le venía porque era presidente de una colla de la Magdalena que se llamaba así. Y aquí seguimos, haciendo retratos, noticias, reportajes, publicidad y creaciones artísticas, fotos originales, paisajes creados, figurados... que es lo que a mí más me gusta.

--¿Cuál ha sido la mejor enseñanza de su padre?

--Lo mejor que me enseñó, lo más importante hasta que murió en 1999, fue la convivencia permanente. Siempre estuvimos juntos. Desde pequeño me llevaba a todas partes, al Casino, a los toros, al fútbol; me lo ha enseñado todo en fotografía. Hemos trabajado juntos. Desde pequeño, ya revelaba con él, ya usaba los líquidos, las cámaras. A veces hablo y me parece sentir su presencia, sus palabras y consejos. Está aquí, como si me hablara. Yo tengo el mismo arranque que él tenía, parezco un calco en muchas cosas, en aquel carácter de mi padre de alardear con buen fondo, de ser tremendo. Y me parezco también en que somos una familia de honrados, somos personas claras, transparentes, liberales, pero con un gran respeto a todo y a todos, porque sin respeto es imposible convivir en cualquier sociedad.

--¿Qué piensa de los nuevos paparazzis y su protagonismo?

--Hay que respetar siempre a las personas. No puedes sobrepasar la línea del respeto. Puedes fotografiar, perseguir a un famoso, pero hay cosas que no tienen precio, y eso es el respeto. Aunque también pienso que hay artistas y famosos que, gracias a los fotógrafos, a estos paparazzis, se dan a conocer y se promocionan, pero hay que respetarse.

--¿Las fotografías están bien tratadas en los periódicos?

--Sin fotografías, muchas publicaciones no tendrían sentido. A la gente le gustan mucho las fotos. Hay revistas que llevan un noventa por ciento de su contenido en imágenes. Sin fotos, no se vende un diario o una revista. Pero la foto, en la prensa, no se respeta lo suficiente. Hoy no tiene protagonismo, una buena foto llega a cortarse y se la cargan. Personalmente, siempre he pensado que el fotógrafo es realmente el que siempre está en medio de la noticia, el que físicamente se desplaza a los sitios; muchas veces lo hace sin redactor. Y no se valora lo suficiente ni se ha valorado. Será por mi carácter, pero es lo que pienso.

--El archivo Wamba, como patrimonio social y cultural que es, ¿ha sido adquirido por alguna institución o entidad?

--El archivo de Wamba nace en 1936. Hay que pensar que ha recorrido desde entonces toda la vida de una ciudad, de una provincia. Un día subiré al ermitorio de la Magdalena y en su entorno lo quemaré. ¿Por qué? Porque nadie le hace ni puñetero caso. Siempre me piden fotos: dame esto, dame lo otro, que yo siempre lo he dado, me gusta colaborar y lo hago gratis, pero ninguna institución ni entidad ni nadie se ha preocupado de conservar, proteger este patrimonio. Mira, además, en Castellón hay un ladrón de fotografías, así de claro, que está ganando dinero con el trabajo de todos los fotógrafos castellonenses.

--¿Y ustedes van a hacer algo?

--A lo mejor, próximamente, Wamba Fotográfos realice alguna publicación o libro con fotos. Vamos a celebrar un 50 aniversario y me gustaría reunir fotos artísticas y en otro libro fotos de mi padre. El archivo ha sobrevivido porque mi padre era como era, no faltaba a nada, acudía con su cámara a todas partes, a los actos sociales, políticos, sucesos, deportes, fiestas, viajaba... Y yo también sigo ahí, siempre en la brecha.

--¿Qué momento vive Wamba?

--Muy bueno, con muchas ilusiones, como empezando, con fuerza, con muchas ganas, es el amor que siento por mi trabajo, por crear, porque yo soy más creativo, no soy copista. Y aquí está, además, mi hijo Jorge, con las mismas ganas y fuerza. Ahora estamos trabajando en un encargo de la casa regional de Valencia en París, que celebra su centenario, y estamos fotografiando a dos modelos castellonenses, que han sido reinas de la Magdalena, ataviadas de labradoras y con indumentarias antiguas en ambientes y espacios parisinos. A mí lo que realmente me gusta es crear fotografías que hagan pensar, que provoquen a la gente y se paren a pensar.