En aquel tiempo, se encontraba enfermo un PAI en Burriana, el pueblo de las mejores fallas de la Plana, París y Londres. El enfermo era un PAI enorme que se llamaba Sant Gregori. El urbanizador, en concurso de acreedores, estaba a punto de morir. Entonces le mandaron a decir a nuestro señor el inversor: «señor, el PAI a quien tanto quieres está enfermo». El inversor dijo: «esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Burriana, para que el PAI sea glorificado por ella».

Burriana quedaba en medio de la Plana Baixa, una comarca sin turismo, aunque disponía de importantes playas pero ningún campo de golf de importancia, en la que la única industria era la cerámica. María José, la alcaldesa, dijo: «señor inversor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi PAI. Pero aún ahora estoy segura de que se te concederá cuanto pidas». El inversor dijo: «tu PAI resucitará, Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?»

Y, profundamente conmovido todavía, se detuvo ante el sepulcro de papeleo burocrático, que era como una cueva sellada con una losa. Entonces dijo: «quiten la losa». Pero María José, le replicó: «señor, ya huele mal, porque lleva muchos años parado». Y le dijo el inversor: «¿no te he dicho que si crees, verás la gloria?» Entonces quitaron las deudas. El inversor levantó los ojos a lo alto y dijo: «sres. bancos, os doy gracias porque me habéis escuchado». Luego gritó: «¡Sant Gregori, sal de ahí!». Y salió el muerto, atado con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Y resucitó. Amén.

*Abogado. Urbanista