Al Villarreal le gusta el fútbol rápido y vertical, pero el Levante llegó con otro guión, más tranquilo, más enmarañado y, sobre todo, menos arriesgado. Dos estilos contrapuestos: el preciosista contra el currante. La virtud del Villarreal, ayer, fue saber encontrar, a base de paciencia, agua en el pozo seco de un partido sin ritmo.

En esa faceta, y por ponerle cara, hay que destacar a hombres como Trigueros o Jonathan: estilistas capaces de bajar a la tierra y trabajar en el barro. El mexicano repartió juego, lo cambió de banda a banda, centró, estuvo incansable en la presión y cambió de posición de la banda al centro. El de Talavera dio el paso adelante clave que requería el partido para contrarrestar la falta de velocidad en el juego con un bombazo desde la frontal -recurso poco utilizado en el Submarino- y que aprovechó el listo de Vietto. La improvisación del guión tuvo premio en un choque no vistoso, pero que es de los que hay que ganar para estar donde se está, metiendo presión a los de arriba (Sevilla y Valencia), que hoy se ven las caras. A pesar de la intensidad del calendario.

Lo que no cambia es el guión del triunfo en El Madrigal (siete partidos seguidos), además de los 17 y los 23 marcando consecutivamente, exprimiendo una plantilla que no es la de las estrellas de otros tiempos. Saber lo que eres y lo que no eres capaz es importante, pero también lo es luchar por la victoria desde el barro. H