En fútbol no sirve ni el currículo, ni el historial, ni los millones, ni tampoco las rachas de imbatibilidad. El Villarreal llegó a Murcia con la aureola de ser el mejor equipo de la categoría y con una inercia victoriosa que le ha devuelto a la pelea por el ascenso cuando las distancias eran casi inalcanzables. Pero el Villarreal no salió con el hambre y la intensidad de otros partidos, como si todo estuviera hecho, cuando en realidad la batalla no ha hecho más que comenzar.

El Submarino recordó en la primera parte al equipo indolente y acomodado de la era Velázquez. El concepto velocidad, que ha sido clave con Marcelino, no se trasladó al terreno de juego y los amarillos movieron la pelota demasiado en horizontal y muy poco en vertical. El culto al fútbol elaborado y fundamentado en el concepto uno para todos y todos para uno era eclipsado por los arreones individuales de Cani, como único recurso para llevar el balón al área murciana. El Murcia jugó a verlas venir y se sintió cómodo en una pelea insulsa y monótona en la medular en la cual no ganaba nada pero tampoco perdía.

EL CONTRATIEMPO // La lesión de Aquino en el minuto 23 fue otro inconveniente añadido para Marcelino. La imprecisión en el pase y las pérdidas de balón marcaban los desatinos de un Villarreal desconocido en el que ni Bruno ni Canteros empuñaban el timón con fuerza. El primer tiro a puerta con cierto peligro del Submarino se hizo esperar hasta el minuto 41 pero el portero pimentonero desbarató las intenciones de Gerard Moreno. El castigo a tanta indolencia de los amarillos llegó al filo del descanso. Saúl enganchó un potente disparo desde la frontal del área que se estrelló en el larguero y Kike García recogió el rechace y lo mandó a la red. El Murcia se iba a vestuarios con el 1-0 sin hacer nada reseñable. El Villarreal, más de lo mismo.

Marcelino echó mano de Uche para intentar reactivar a su equipo con velocidad y unas dosis de imaginación e improvisación ofensiva. La segunda parte ya se afrontó a contracorriente. El Villarreal quiso pero no pudo. Ni la ayuda Matilla sirvió de algo. El examarillo perdió los nervios y se autoexpulsó al dar un rodillazo a Musacchio en el minuto 55 dejando al Murcia en inferioridad durante 35 minutos. Pero ni el regalo de los locales espabiló a los de Marcelino. El Murcia, consciente de su inferioridad, se atrincheró atrás y echó mano de recursos antideportivos para perder tiempo y evitar que se jugara. El despertador sonó entonces, porque pasaban los minutos y también porque Marcelino se dejaba la garganta para espolear a sus jugadores desde el banquillo.

ARREÓN FINAL // Con los locales colgados del larguero, el asedio fue constante. Pero Perbet, que semanas atrás transformaba en gol lo inverosímil, no tuvo su tarde, igual que Bruno, Uche y compañía. Hasta que un centro desde la banda izquierda de Jaume Costa encontró la cabeza de Manu Trigueros, quien marcó los tiempos en el remate como en la mejor época de Santillana y empató el partido ayudado por los más de 2.500 corazones amarillos que empujaron la pelota a la red.

El Villarreal no funcionó ayer, pero su afición salvó un punto de oro. Todo suma de aquí al final de temporada y la comunión entre la grada y el equipo fue perfecta, como tiene que continuar siéndolo hasta lograr el ascenso. H

El Villarreal empató en el minuto 96. Sobre la bocina rescató un punto de esos que dejan mal sabor de boca cuando concluye el partido, pero que uno considera un tesoro a la conclusión de un campeonato. En Murcia se pudo ver, posiblemente, una de las peores versiones de la era Marcelino, pero también es cierto que el poco fútbol que se propuso en la Nueva Condomina salió de las botas de los jugadores amarillos.

El Villarreal ofreció unos primeros 45 minutos impropios de un candidato al ascenso, pero sobre todo lo que se vio no se ajustó al modelo de equipo que inculca Marcelino, que se desgañitó desde la banda al ver que sus jugadores no funcionaban. Y eso que el Villarreal jugó como en casa, porque contó con el apoyo incondicional de una hinchada que trasladó el Madrigal, como si llevara ruedas, a 300 kilómetros de Vila-real. Pero desde el primer minuto se palpó un descenso en la intensidad en la presión, en la velocidad del juego y hasta en la lucidez y calidad del fútbol.

El Villarreal salió dormido y solo se despertó de la siesta en los 20 minutos finales, pero para entonces ya era tarde y tuvo que hacer frente a las constantes interrupciones del juego de los pimentoneros y a sus marrullerías encaminadas a romper el ritmo de los hombres de Marcelino. Pese a todo, el Villarreal fue el que contrajo más méritos para sumar los tres puntos, y posiblemente lo habría logrado si el partido hubiera durado cinco minutos más.

A pesar de que la imagen no fuera la mejor, el Villarreal acumula ya 12 jornadas sin perder y continúa dependiendo de sí mismo para lograr la plaza de ascenso directo a Primera División.