Las próximas semanas van a ser determinantes para el sector citrícola de Castellón. Y lo van a ser para bien o para mal. En unas horas arrancan en Bruselas las negociaciones para la revisión del Tratado de libre comercio con Sudáfrica, un acuerdo que se firmó hace ahora cinco años y cuyas consecuencias han sido nefastas para la naranja provincial. Y no solo porque las exportaciones desde este país a Europa superan las 3,5 millones de toneladas desde el 2016 y compiten en desigualdad de condiciones con el producto autóctono, sino también por la presencia de plagas y productos fitosanitarios. Los agricultores de Castellón avisan: si la UE no impone límites la variedades de principio de temporada e incluso la clemenules, la mandarina reina en la provincia, están tocadas de muerte.

Los llauradors llevan tiempo advirtiendo que la naranja sudafricana se come a la española y los datos vienen a darles la razón. Desde que en 2016 entró en vigor el acuerdo comercial que permite la importación de cítricos de este país hasta el 30 de noviembre con unos aranceles cada vez más bajos, los envíos de fruta desde el hemisferio sur se han disparado por encima del 30%. Un par de datos basta para entenderlo. Durante la temporada 2016-2017 (septiembre a agosto), Sudáfrica exportó a la UE un total de 501.233 toneladas de cítricos. Esta campaña (de septiembre del 2020 a agosto de este mismo año) la cifra asciende a 721.705 toneladas, una cantidad que prácticamente iguala a toda la fruta que vendió Castellón en 2020 en los mercados europeos (765.800 toneladas).

En tiempo récord la naranja sudafricana ha invadido unos mercados europeos donde hasta hace muy poco tiempo reinaba de manera absoluta la fruta española y las consecuencias no se han hecho esperar: las variedades tardías de cítricos sudafricanos se solapan con las primeras de la temporada española. Y, como en octubre y noviembre los lineales de los supermercados están llenos de naranja africanas, no hay demanda y los precios se hunden, provocando la ruina de los productores.  

Aranceles y cupos

Bruselas tiene en sus manos solucionar uno de los graves problemas a los que se enfrenta la citricultura valenciana y, de no hacerlo en el corto plazo, las consecuencias podrían ser todavía mucho más graves. La Unió de Llauradors, por ejemplo, estima que Sudáfrica tiene previsto seguir aumentando su producción, dado que en los últimos años ha aumentado la superficie cultivada de cítricos tardíos. «Solo en los últimos dos años, su superficie de mandarinas híbridas, fundamentalmente tardías, se ha incrementado en un 90% y la de clementinas en un 57%», explica Carles Peris, secretario general de esta organización agraria. Y eso significa que en los próximos cinco años Sudáfrica tendrá un potencial exportador de 800.000 toneladas de mandarinas fundamentalmente tardías, lo que supondrá duplicar el actual volumen exportador. «Todos estos argumentos son suficientes para que Europa incluya las mandarinas en la revisión del acuerdo e imponga aranceles desde septiembre», añade Peris.

Los llauradors de Castellón reclaman tasas arancelarias y también cupos. «Es urgente el estableciendo unos cupos máximos mensuales para evitar sobreofertas en el mercado que afecten a los precios de los cítricos españoles», argumenta Víctor Viciedo, presidente de la Associació de Llauradors Independents de Vila-real, quien explica que el objetivo de esa medida sería «dejar fomentar que operadores europeos importen cítricos desde fuera creando una segunda cadena alimentaria de máximos beneficios que arruina a los productores españoles». 

Un grupo de llauradors durante una manifestación para denunciar las consecuencias del tratado con Sudáfrica.