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Solidaridad

Una familia de Burriana acoge a refugiados en Hungría

Daniel, Ana y sus nueve hijos viven en Budapest y están dando refugio a familias que huyen de la guerra

Daniel, Ana y sus nueve hijos, junto a la mujer ucraniana y sus dos hijos que tuvieron acogidos. Isabel Calpe

Daniel Tortosa y Ana Rubert son un matrimonio de Burriana que partieron como misioneros hacia Hungría hace casi 10 años. Tienen su residencia fijada en Budapest y, junto a sus nueve hijos, han sido la primera cara amiga de varias familias que han tenido que salir con lo puesto de Ucrania tras el estallido de la guerra. Afirman que la acogida que han podido realizar no responde a un acto heroico e insisten en que los valientes han sido ellos porque "nosotros solo hemos hecho lo que nos hubiese gustado que hiciesen por nosotros".  

Como todos, seguían atentos a las noticias relativas a las tensiones en el país vecino por lo que se pusieron en contacto con otros matrimonios misioneros españoles residentes en Ucrania para saber que iban a hacer, de hecho, uno de ellos es de Castellón a los que también se sumaron otros de Sevilla y Huelva. Daniel explica que “al principio nos decían que iban a hacer una maleta con dos cosas para alejarse unos días, pero la realidad, es que el asedio fue a más y tuvieron que marcharse sin mirar atrás”.

"Ante la guerra lo único que podemos hacer es defender la vida»

Al llegar a su casa, el cóctel de emociones de las personas que huían era muy duro: desabastecimiento en las gasolineras en un largo viaje con coche, colas de muchas horas en la frontera, materialmente con lo puesto y poco más y la terrible sensación de traición a todos los miembros de su parroquia, amigos o compañeros de trabajo de los que no habían podido despedirse. «Lloramos juntos y llegamos a la conclusión de que ante la guerra lo único que podemos hacer es defender la vida», dice la madre de esta familia numerosa. 

Con todo, su piso en Budapest se convirtió en la base de operaciones para organizar el regreso a España con el caos que supone tener la casa llena hasta los topes. «Hubo días en que fuimos 32 personas para comer, pero es admirable como nuestros hijos no han dudado ni un segundo en salir de su comodidad para colaborar en la acogida de todos», manifiestan.

«Hubo días en que fuimos 32 personas para comer, pero es admirable como nuestros hijos no han dudado ni un segundo en salir de su comodidad para colaborar en la acogida de todos»

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Acogida a una madre ucraniana y a sus dos hijos

Tras esta locura inicial, recibieron una petición para alojar a una mujer ucraniana y sus dos hijos de 6 y 11 años que habían estado días en el refugio de una iglesia escuchando las bombas y el paso de carros blindados. Un día salieron a pasear por la ciudad y al ver una humareda a lo lejos empezaron a ponerse nerviosos. Como no hablaban el mismo idioma, la comunicación fue difícil, pero a base de gestos y una aplicación de traducción consiguieron averiguar que su marido estaba en el frente en Kiev.

«Los libros o el cine han intentado expresar lo que significa la guerra, pero hemos visto que supera cualquier magnitud imaginable en términos de dolor, la ausencia total de seguridad y la incertidumbre en el futuro»

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«Los libros o el cine han intentado expresar lo que significa la guerra, pero hemos visto que supera cualquier magnitud imaginable en términos de dolor, la ausencia total de seguridad y la incertidumbre en el futuro», afirman. Su casa sigue abierta para todo el que necesite un techo.  

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