REPORTAJE

Las cañas de la ‘sequía’

Los castellonenses lucirán este año los juncos más finos de toda la historia de las fiestas de la Magdalena. La falta de lluvia motiva que la mayoría de los 25.000 tallos sean verdes

Trabajo. Fernando Renau, en el cañar, ubicado entre Castelló y el Grau, donde recoge los juncos magdaleneros.

Trabajo. Fernando Renau, en el cañar, ubicado entre Castelló y el Grau, donde recoge los juncos magdaleneros. / GABRIEL UTIEL BLANCO

Paloma Aguilar

Los castellonenses portarán este año las cañas más finas de toda la historia de la Magdalena el día de la romería. La falta de lluvia es la principal causa por la que los juncos, que miden cerca de dos metros y crecen en dos cañares, serán muy finos y verdes en su mayoría, pese a haber alguno en tonos rojo y violeta. Así lo cuenta Fernando Renau, responsable de recoger y preparar los 25.000 tallos (la misma cantidad que el año pasado) para la semana grande, al periódico Mediterráneo en el último tramo de los trabajos que desempeña para cortar las cañas.

Comenzó estos quehaceres en Navidad y este año ha tenido que desechar muchas cañas «porque no servían». La próxima semana tiene previsto comenzar a serrar los pies y los plumeros de las mismas para luego pelarlas y tenerlas preparadas para el tercer domingo de Cuaresma, día en el que Castelló se hará, de nuevo, romero.

Lo último será ponerles la cinta verde en el extremo superior y llevarlas hasta el mercado central donde se repartirán al amanecer del día 12 de marzo. Antes, Renau deberá seleccionar alrededor de 3.000 cañas que se destinarán a las autoridades, reinas, representantes de las gaiatas y eclesiásticos.

Fernando Renau ya es todo un emblema de las fiestas de Castelló. Lleva decenas de años recogiendo y preparando las cañas de la romeria. Un oficio que aprendió de su padre y cuyos inicios recuerda con cariño.

El castellonense comenzó con este trabajo en el periodo navideño.

El castellonense comenzó con este trabajo en el periodo navideño. / GABRIEL UTIEL BLANCO

Esta tradición le viene de hace mucho tiempo. Cuando era pequeño, su padre le llevaba los fines de semana con él hasta el río Seco, donde por entonces estaba el cañar, y le ayudaba a cortar las cañas. «Llegábamos los dos en su bicicleta y mientras mi padre recogía las cañas, yo me encargaba de quitar los plumeros», recuerda Renau, quien, a la fiesta y la tradición, suma el cariño que pone en preparar este emblema de la ciudad de Castelló cada año.