REPORTAJE

"Se vende finca trufera con 50 años de recuerdos"

Soni y su familia, de Valencia, pasaron muchos veranos en el caserío de Cortes de Arenoso, en una gran parcela de 160 Ha para la que ahora buscan comprador por 500.000 euros

El Rebollar. Una familia de València adquirió estos terrenos donde se recolectaba antaño trufa silvestre.

El Rebollar. Una familia de València adquirió estos terrenos donde se recolectaba antaño trufa silvestre. / Mediterráneo

«La finca del Rebollar fue nuestro primer vínculo con Castellón. Vivimos en Valencia y aquí no tenemos familiares pero nos surgió la oportunidad. Nos enamoramos de esta parcela y mi hermano y yo la compramos». Así lo cuenta Soni Gosalbo (67 años), quien ha decidido ahora, casi medio siglo después, poner a la venta estos terrenos, por 500.000 euros. Son 160 hectáreas «excelentes» para la trufa silvestre o para su cultivo intensivo; para la ganadería o incluso para turismo rural.

«Es una finca grande y con buena tierra para producir trufas. Con un caserío amplio pero medio en ruinas que adecuamos un poco. Fuimos muy felices allí. Cuando mi padre vivía íbamos a pasar las pascuas y los veranos, en Navidad no porque hacía más frío. Mi padre, que era muy activo y conocedor de oficios, lo pasaba muy bien. Invertimos en arreglar las pistas de acceso que estaban mal y cada año negociábamos con los cazadores para su mantenimiento», rememora.

Cocina de butano y garrafas de agua

En su lista de imágenes consta también «una fuente natural del agua que sale por debajo del barranco, como una cascada, y allí nos bañábamos. No tenía luz ni agua pero nos apañábamos muy bien. Mi padre era de la Quinta del Biberón, había estado en la Guerra Civil y no tenía problemas de ningún tipo para ir haciendo arreglos. Llevamos una cocina con botella de butano, no encendíamos la leña, como mucho el hogar. Y para iluminarnos, con luces de cámping. Para el agua íbamos a comprar a Cortes o a San Vicente y cargábamos garrafas para beber. También es cierto que cerca de la casa había una piedra por donde brotaba el agua y mi padre la arregló para que saliera de forma permanente y nos iba bien. Pero al fallecer él hace 30 años ya no íbamos a pernoctar, aunque sí a pasar el día. Pero ya no es lo mismo».

«El Rebollar tiene fantasía y es muy bonita. Recuerdo una cascada donde nos bañábamos»

La tierra tiene mucha riqueza para la trufa silvestre

Su hermano y ella en parte decidieron comprarlo «como una inversión», pero «ya nos vamos haciendo mayores y por eso antes de morir queremos vender. Tomamos la decisión cuando mi madre también falleció». Antes una finca trufera tenía muchísimo valor. «Aquí la trufa es salvaje y seguimos recolectando. Pero depende mucho del tiempo, de que llueva, y de que alguien se encargue. Desde hace años tuvimos un señor y luego su yerno que nos recolectaban la trufa. El valor de esa masía con diferencia frente a otras del lugar es la tierra, que es muy apta para la trufa. Está analizada por la Conselleria y es muy buena».

Trigo y ovejas

Hay algunas vaguadas y les plantearon plantar encinas para trufa no natural. «Son iniciativas que nos han propuesto en estos años y que se podrían llevar a cabo ahora», reseñó. También tuvieron cultivo de trigo alrededor de la casa y ovejas. «El trigo costaba dinero por la cosechadora pero con los animales se compensaba. Luego las normativas fueron cambiando y era más complicado de llevar y vendimos las reses», relata.

Cuando hace unos años se produjo el boom del turismo rural ya la pusieron en venta «pero a un precio desorbitado porque en realidad no teníamos tanta intención de venderla», manifestó.

«Hace unos años, cuando el ‘boom’ del turismo rural, ya la pusimos en venta pero a un precio alto»

Turismo rural

«Hubo una chica que se quedó enamoradísima de la casa y quería implementar un proyecto de turismo rural ecológico y de aventura con BTT, escalada, etc. Ahora tenemos algún comprador, pero de los clásicos, con interés por la trufa. Nos piden también alquilar la finca para cultivar para el ganado», detalla. Otro de los valores que destaca Soni son las comunicaciones, no está aislada. «Para unir Cortes con San Vicente construyeron una carretera que pasa por la finca y eso también es un plus. Está bien comunicada», señala.

En su opinión, «el hecho de vender masías rústicas es difícil, como todo. Pero es diferente a las otras. Siempre se ha dicho que era la más grande del entorno». «Estamos encantados con esta masía que, además, tiene mucho bosque. Desde que la tenemos solo hemos talado dos veces. Una vez nos pagaban los pinos a mil pesetas. Y ahora hace unos siete años se tuvo que talar uno y nos daban 3 euros. Igual ahora la madera ha subido más. Hay miles de pinos maderables y eso tiene mucho valor», comenta sobre otro atractivo de la finca de sus recuerdos. «El Rebollar tiene fantasía. Toda la finca es muy bonita», constata esta valenciana, que ya de por siempre será castellonense de corazón. 

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