Con solo 3 años de edad, José Salas --quien tiene ahora 30 años--, se fue con su familia, natural de Castelló, de misión a Kazajistán para ayudar al párroco de una iglesia, pues pertenecen al Camino Neocatecumenal, un movimiento de iniciación cristiana. «Desde bien pequeñito quería ser cura de mayor», recuerda.
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"A los 18 años cursé Magistero en la UJI y tuve novia"
Volvió a Castelló a los 13 años, «y con 18 hice mi vida. Estudié Magisterio en la UJI, tuve novia. Pero seguía una inquietud en mí hacia el sacerdocio, que se confirmó en el último año de carrera. Decidí ir al seminario, a los 20. Acabé Magisterio, cursé 2 años de Filosofía, 4 de Teología y 2 de misión: me tocó en Rusia, Georgia y Estonia», cuenta.
"En Rusia al hombre se le ha cerrado el cielo"
Le impactó Rusia, «donde al hombre se le ha cerrado el cielo. Se le ha hecho creer que su único problema es algo material y, si lo resuelve, será feliz --igual que aquí en Occidente--, y luego esto no ocurre».
La fe para atajar el sufrimiento y ser feliz
Para José, «la desaparición de la fe trae sufrimiento. Conoces a personas y ves cómo, si les anuncias a Dios y se sienten queridos por Él, reconstruyen su vida y su dignidad». Es diácono y quizás le ordenen presbítero el próximo verano: «Ahora estoy contentísimo, trabajo en los colegios diocesanos de Segorbe y ayudo a los curas de Viver que llevan varios pueblos. Tengo corazón misionero y me gustaría regresar a Rusia a predicar. Lo que Dios me traiga, será bueno».