El 27-M, la versión albinegra del 15-M, ya ha comenzado a andar. Atados de pies y manos por las últimas decisiones de quien ha gobernado el Castellón, enredados en un marasmo judicial y arruinados bajo el peso de facturas millonarias, los orelluts saben que para ganar esta guerra, la de su supervivencia, tienen que bajar a la trinchera y hacer cosas fuera de lo común. Como la de ayer: acudir a una junta de accionistas que, por culpa de Jesús Jiménez, tuvo que ser en la calle, en una imagen que debería dar, como mínimo, la vuelta a España.

Debido al nulo margen de maniobra que le dejaba la convocatoria judicial, la junta general ordinaria fue más simbólica que efectiva, pero la concurrencia la reconvirtió en una concentración. En torno a 150 personas, entre accionistas y seguidores de a pie, demostraron que si el club muere (mejor dicho, lo aniquilan), no será por culpa de ellos. Puede parecer una cifra menor, así como el capital social representado (1,59%), pero han comenzado y no los van a detener. Esta manifestación no es sino otra muestra más de la batería de medidas que han puesto en marcha.

Como la campaña virtual #SalvemosalCDCS. Como el empeño en que la televisión difunda, al menos en el ámbito de la Comunitat Valenciana, lo que sucede aquí y denuncie a sus responsables. Como las reuniones con las altas esferas. Como la movilización, ya en vías de preparación, en Valencia, bien sea ante la sede del gobierno autonómico, ante el domicilio (social o privado) de Jesús Jiménez y/o de Antonio Blasco...

A JUGAR EL ‘PARTIDO’ // De la misma forma que la Ronda Magdalena se tiñe de albinegro cuando el Castellón juega en Castalia, la avenida Hermanos Bou fue un reguero de orelluts camino de participar en un partido con mucho más que tres puntos en juego. No faltaron camisetas, bufandas ni banderas. Una vez en la puerta de la Cámara de Comercio -Jiménez había anulado, de motu propio, la reserva del salón de actos-, se cumplimentó el trámite. Tras la asignación de los cargos y el recuento de accinistas y títulos, la concurrencia no pudo decidir nada: los últimos rectores del club no han facilitado documentación para aprobar las cuentas anuales de la pasada campaña y el presupuesto para la que acaba.

Así que el interés estaba centrado en los ruegos y preguntas que, despojados de cualquier capacidad ejecutiva, fue una sucesión de peticiones, todas ellas encaminadas a depurar responsabilidades para que consten en acta, nunca mejor dicho, acerca la sensación de desamparo.

Antonio Vallet (padre e hijo), Juan Vicente Granell, David Aguilar, Tomás Miravet y Dolores San José tomaron la palabra, prueba de que el club está en manos, por encima de número de acciones, en manos del pueblo llano albinegro. El mismo que escenificó su indignación en la calle, soñando con tener idéntico impacto que el movimiento global que acaba de cumplir un año y que, pese a los poderes fácticos, luchan por un mundo mejor. Es la aspiración de los irreductibles orelluts, conscientes de que quedan poco más de 30 días para salvar al CD Castellón de su desaparición.