Mi amigo Marcos es uno de esos héroes cotidianos que aguantaron la crisis económica en la peor de las condiciones: en paro.

Y digo que es un héroe porque nunca se vino abajo. Buscó empleo de “lo suyo” durante años pero no encontró nada.

Entonces decidió agarrar al toro por los cuernos y ponerse de nuevo a estudiar.

Se formó, se recicló, se preparó para un mundo cambiante que nunca volverá a ser como fue y así, con 38 años a sus espaldas y más de una cana por peinar, se matriculó en la escuela de hostelería.

Hoy Marcos trabaja para un importante grupo hotelero local. Y la vida le sonríe.

Quiero utilizar su historia, su ejemplo, para pedir desde esta humilde columna a todos los castellonenses en paro que no se rindan. Que no dejen de soñar. Que no se resignen a pasar los días en el banco de la plaza o en quién sabe qué otro triste lugar. Nunca es tarde para aprender. Nunca es tarde para apostar por uno mismo.

Mi amigo Marcos lo hizo y su ejemplo me emocionó. Aún me emociona cuando pienso en ello.

Y reconozco que tengo la carne de gallina mientras escribo esto. Ni Superman, ni Batman, ni Spiderman. El héroe de la posmodernidad se llama Marcos y es mi amigo.

¿Saben ustedes, queridos lectores, si tienen algún héroe anónimo en su entorno? H