El error que insisten en cometer algunos concejales de las nuevas corporaciones locales es de órdago. Especialmente en el área de Obras y Servicios. Contratar a la empresa más barata no redunda en beneficio de la ciudadanía, sino en su perjuicio.

Para realizar una obra hay que mirar su coste, obviamente, pero también la solvencia de la compañía que la va a ejecutar, su seriedad y sus estándares de calidad. Contratar a la compañía más barata para remodelar un colegio es una atrocidad. Y eso es lo que ha hecho el bueno de Rafa Simó en el Ayuntamiento de Castellón.

Para remodelar de urgencia un aula del colegio Obispo Climent adjudicó el trabajo a la empresa más barata que encontró, sin constatar su solvencia.

El resultado es que el curso arranca y la adjudicataria no ha hecho la obra. Ni siquiera la ha empezado. Y por tanto, los alumnos no dispondrán de la citada aula.

La cagada es monumental.

Del mismo modo en que felicité a Rafa Simó cuando solucionó el problema de licencias de obra del Hospital Provincial, tengo que reprenderle ahora.

Los alumnos del colegio Obispo Climent no tienen por qué padecer los errores que comete un político que no ha velado por sus intereses.

Los pliegos de contratación que solo valoran el precio son una castaña pilonga, y acaban acarreando este tipo de problemas. H