Nos despertamos al alba. Desayunamos, jugamos con los niños y mi mujer saca a pasear a nuestra mascota. El día empieza con alegría. Comprobamos la web Mestre a casa, y vemos, no sin asombro, que funciona. Está operativa. Y cantamos aquello de Gloria, gloria, aleluya. Gloria, gloria, aleluya. Gloria, gloria, aleluya, en nombre de Marzà.

Me escribe mi amigo Eugenio Martí para decir que ya sabe por qué no escribo. Porque no desayuno proteínas. Y me recomienda cambiar mis hábitos. También me ha escrito Maite Benet, una excelente ilustradora que mantiene un diario de la cuarentena ilustrado que publica en su Instagram.

Jesús, maestro en el Maestrazgo, me dice que es un gran fan de esta columna. Me alegro mogollón. Esperanza Alguacil bromea con los kilos que estamos ganando estos días y Susana Bernuy comenta mis ocurrencias más frikis. Las de ciencia ficción y demás. Los lectores de este diario son legión. Estoy emocionado.

Mi hijo pequeño anda liado con los pesos y medidas. Kilos, litros, metros y demás. El mayor ya no suelta el compás y el transportador. A cada cual, lo suyo.

A las 10.00 bajo a comprar el pan y el periódico. Vamos a ver qué nos cuenta la actualidad.

Lo primero que llama mi atención es el fallecimiento de Michael Robinson. La voz del fútbol español de los últimos treinta años. La mayoría de la gente lo recuerda por su trabajo en Canal Plus. Yo lo conocí cuando fichó por TVE para, entre otras cosas, comentar el Mundial de fútbol de 1990. Descanse en paz.

Lo siguiente que leo es el nuevo capítulo del escándalo de los test fake. El Gobierno ha intentado colar a nivel global una trola de las que suelta por aquí sin la menor vergüenza. Ha pretendido colarse en el selecto club de los diez países que más test de covid-19 han realizado. Las risas en los organismos de salud internacionales se han escuchado hasta en Marte. Ni para mentir sirven. También es noticia que el mercado laboral ha retrocedido a su peor dato desde 2013. El drama es de dimensiones catastróficas.

Salgo al balcón y veo que la vida ha vuelto al bulevar. Los padres juegan con sus hijos y disfrutan del sol.

A media mañana recibo varios wasap con información sobre las multas impuestas a quienes se saltan la cuarentena. No importa que la sanción la imponga la Policía Nacional, Local o la Guardia Civil. No importa si se impone en Castelló, Oropesa, Benicàssim o Peñíscola. Esa pasta va para el estado. Es Subdelegación quien recauda. Y, hasta el momento, en toda España se han impuesto casi ochocientas mil. ¡Casi ochocientas mil multas! ¿De cuánta pasta estamos hablando? ¡Joder! ¿Cuántos test fake se pueden comprar con ese dinero? Si Salvador Illa se entera…

Comemos tortilla de patata y longanizas. Todo un clásico de la gastronomía patria.

Por la tarde salgo con mi hijo pequeño a dar un voltio. Ayer fui descuidado y me hice daño. Hoy me pongo las zapatillas de hacer deporte, camiseta y pantalón de chándal. Como si fuera a correr un maratón. Voy hecho un dandi. Veremos qué tal. A fin de cuentas, solo es un paseo por la avenida.

Y así pasa un día más sin que haya escrito ni una sola línea de mi nueva novela.

¡Maldito virus!

*Escritor